jueves, 30 de octubre de 2014

Sueño de duelo




Anoche soñé contigo. Pero ya no estabas. Soñé que te recordaba en un sueño.

Soñé con aquella vieja casa en el campo, aquel puerto, el mar, los caminos pardos de tierra y espiga. Soñé que te recordaba porque ya no estabas.

Soñé con personas que nos conocían, personas a las que no conozco ya, ni nunca lo hice.
Soñé con colores y nostalgias, vientos de tarde y hojas marchitas.

Y soñé que paseaba por aquella tierra, la que fue nuestra sin que nadie se enterara, soñé con tus manos y tus labios. Soñé con nuestro secreto, compartido silencio.

Soñaba caminar, etérea, como se camina en los sueños, por encima de mis pasos, mientras recordaba en el sueño la noche en que dormimos en el ático de la vieja casa de tus padres. Sereno, sonriente, mientras la pálida luz de la noche te remarcaba el perfil y te convertía en la más hermosa de las criaturas a mis fascinados ojos. Siempre esa sensación, de no merecerte, de ser el más afortunado de los hombres por gozar de tu atención... aquella noche. Y ya no estabas.

Era un sueño de luto y pesar, de recordarte junto a los que te extrañaban pero ellos no sabían de mi y de ti, no sabían del nosotros. Yo charlaba, queda, menuda y con la sonrisa en pespunte. "Es una cría", decían a mi espalda, conociendo de sobra el doble filo de aquella daga. No me importaba. Ellos no sabían. Todos tenían parte de tu historia. Todos te recordaban con amor y camaradería. Pero ninguno supo nunca. Y en fingida comparsa y privado silencio junto a tus conocidos, yo callaba, oculta tras la rama, pequeña e insignificante. Porque nunca nadie supo, creo que ni siquiera yo llegué a saber lo mucho que pudiste amarme aquellas tardes de verano. Y mi corazón vagaba en mi sueño, desde mis recuerdos de ti hasta las ondas del mar, desde aquella casa hasta la cháchara y el homenaje.

Y así estaba yo, envuelta en mi privado duelo, cuando aparecieron tus padres.
Tu madre, silenciosa y conmovida, me abrazó a espaldas del mundo, y lloramos por ti, lloramos por nuestro corazón roto y por tu ausencia. Ni una sola palabra se prestó.
Y luego tu padre, con el rostro de otro tiempo, su pajarita roja, su cabello gris, sus temblorosas manos y el tono de tu misma voz, alzó la voz ante todos y sin mirar ni señalarme me dedicó unas palabras que no recuerdo bien, mi sueño estaba terminando, palabras de amor que nunca pudiste decirme, palabras de orgullo que nunca pude decirte.

Te fuiste y no te lo pude decir. Te fuiste y volviste anoche en sueños para poder decírmelo.
"Eres la más hermosa, especial y única. Estoy orgulloso de ti por ser como eres".
Y nadie supo allí que esas palabras eran tuyas, que eran para mi. Y la tarde caía, dorada y tranquila, mientras el mar me iba cubriendo despidiéndose de ti.

Y así, llorando y con el corazón descosido, desperté con la cara embebida en lágrimas de duelo por un adiós que no pude dar, por un abrazo que no pude sentir, por unas palabras que no podía saber que eran para mi.

Aquella casa, aquella tierra, aquel viento y aquel mar.
Soñé que soñaba.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

The Red Room



Last night I dreamed about you
in the red room
with the red walls
seated on the old red armchair
and you were talking to me
but I could not listen any word
I saw your wolfish eyes
that predatory look on me
whispering to me
and that's what I heard
the oncoming storm of your voice
the insurmountable truth of your soul 
but no words on your beautiful mouth
Last night I dreamed about you
and you're smiling
Last night I dreamed about you
and damn, you looked like thunder
Last night I dreamed about you
in the red room
with the red walls
seated on the old red armchair
and then, I knew.

viernes, 22 de agosto de 2014

El tiempo de las brevas



Yo tenía un profesor en la EGB al cual había que tenerle miedo. Era la gran bestia negra para los chavales de 12 años que andabamos por aquellos Sexto, Séptimo y Octavo del colegio de pedanía huertana.

Don José Rafaél, o "el peperrafa". Un señor mayor, de densa mata de pelo negro entrecano y piel oscura. Gitano. Porque lo era. Y profesor de Historia, quien la contaba como pocos y que aún recuerdo sus clases y su manera de contarnos las cosas del tipo "Felipe el Hermoso era tío más feo que pegarle a un padre pero el apodo de venía porque era un mariquita que se ahogó bebiendo agua en la fuente un día tras jugar un partido de tenis". Más o menos y así con todo.

También era el profesor de Artes Plásticas, y era el mejor. El hombre parecía tener un muy inquieto espíritu creativo y era un excelente pintor. Toda la cartelería de la época predigital se encargaba de hacerla él, pintando al "oleo sobre lienzo" donde quiera que pudiera. A día de hoy creo que sus carteles siguen colgados de las paredes del colegio.

Y no solo hacía eso, también era el diseñador y director del montaje del Belén del Colegio, el cual a día de hoy forma parte de no se cuantos listados de cultura, arte y conservación de la Región. Porque el hombre fabricó en su día las piezas más espectaculares con papel maché, marquetería y pintura. Daba gusto verle triscar sobre la enorme superficie del suelo beleníta, como un gigante, ordenando aquí y allá donde iría el palacio del César, cuándo había que sembrar la cebada para que estuviera crecida para la exposición y por dónde iría el circuito de agua del rio. Todo ello en tiempos donde nada de esas cosas se habían visto hasta el momento. Y los chavales nos desvivíamos por ayudarle, por perder clases trabajando para él, porque si. Porque fascinaba y nos trataba como ayudantes, no como a enanos inutiles o hadas delicadas. Se hacía de querer y si tenias suerte y te cogía cariño, tenías en él un gran aliado.

Mi sitio durante toda la EGB -y escuelas subsiguientes- siempre era junto a la puerta. Cosas mías, la última en llegar y la primera en irme. Y recuerdo todavía verle apoyado en el marco de la puerta, fumándose su bisonte o su vikingo mientras miraba por encima de hombro y me corregía, en voz baja, el exámen que nos acababa de poner. Por lo general venía con un sutil insulto del tipo "no me pongas eso, Isabel, que empezaré a pensar que eres tonta en vez de despistada". Pero me corregía, me decía qué poner y luego me aprobaba con nota. Porque si, era muy despistada, y dispersa. Pero no tonta, y el hombre lo sabía.

Pero todas esas cosas hacían de él un hombre muy curioso porque, como digo, había que temerle.
Y mucho.

No hablaba nunca, ni en clase ni fuera de ella, a no ser que fuera necesario y de hacerlo, eran rotos exabruptos con olor tabaco negro. Y te podía calzar un pescozón en el cogote o una patada en el culo si la estabas liando. Y no pasaba nada. Porque quien se las llevaba sabía que se las había ganado. Y no iba a casa con quejas ni denuncias. Se quedaba su patada en el culo y ya iba suave para toda la tarde. Y hasta aprendía algo. Como digo, eran otros tiempos.

Su tez oscura, su avanzada edad comparada con el resto del profesorado -alrededor de los 60 pero mis percepciones son tan vagas ahora como entonces y puede que fuera más joven o más anciano-, su voz quebrada y sus modales eran los propios de quien había que temer, huir y hasta evitar.

"Nene! Como abra la caja de las galletas verás!" - era fácil escucharle decir ante algun pobre chaval que estuviera dando la tabarra en clase.

"No me hagais desenterrar el hacha de guerra, zagales" - otra de sus míticas frases, llevada y traída por generaciones de chavales fascinados por su porte.

"Llegará el día en que el trueque vuelva a funcionar, zagales, porque el dinero es una cosa muy sucia, ya lo vereis" - decía él, 30 años ha. Qué poco se equivocó.

El era el colegio. Rara era la vez que no estaba en la sala de profesores, en el comedor, vigilando que los escolares comieran y se comportaran, al fondo del pasillo dando voces de orden. Estaba siempre allí, más que nadie, mejor que ningún otro. Y si no lo encontrabas dentro, buscabas en el jardín.

En un rincón del colegio había un espacio prohibido. Los chavales no podíamos entrar ahí y lo sabíamos. No había cartel ni valla ni nada. Pero nadie entraba allí bajo pena de castigo divino.
Era el huerto de Don José Rafaél. El hombre cuidaba en aquellos apenas cinco metros cuadrados algunos nispoleros, jinjoleros, tomateras y tenía hasta una higuera. Y algunas veces nos subía a clase algunas de las frutas que había dado su huerto y otras nos bajaba a que le ayudaramos a recoger los tomates. ¡Y pobre de aquel que se comiera o llevara algo sin pedir permiso! ¡¡Y ni hablar de quien rompía por accidente alguna rama!!

El hombre ya murió. Hace unos años, diez o así. Recuerdo compartir la noticia con tristeza entre quienes lo conocíamos. Porque era la bestia negra pero también el abuelo gruñon, y podías ver, si te fijabas bien, aquella malfingida desgana de tener que aguantar a un montón de crios energúmenos que, en el fondo, le gustaba tener alrededor.

"¡¡Qué ganas tengo de que llegue el tiempo de las brevas", decía cuando iba llegando el verano, "porque así os vais a casa y no tengo que veros más!!".



viernes, 1 de agosto de 2014

Hamlet en la cola del ambulatorio



Haciendo cola desde las 8 de esta mañana, una web muy amable me recuerda que hay 762 personas delante de mi para comprar tickets para ver Hamlet dentro de un año. Cuando empezó la cola estaba en el 964. Escucho la versión de William Shatner de Space Oddity mientras intento mantener la cordura repasando mis actos, repasando cada minuto de los últimos 9 meses. El casi año que viví en Internet. Un capuchino de sobre con dos de azucar, una de cacao puro y otra de café en una taza de iron man que iba a ser un regalo que no lo fue al final.

Ahora mi puesto es el 728.
Quién da la vez a quí?

Me aparté de todo lo que me definía como persona e individuo. Lo hice con la voluntad y la firmeza de quien se cree fuerte en sus pasos, sin mirar atrás ni pararme a pensar. Creyendo en lo que era cuando no podía saber qué aún no sabía lo que verdaderamente era.

Ground control to Major Tom.

Y tardé poco en darme cuenta de que sin mis libros, sin mi gente, sin mis amores secretos y privados no soy fuerte, no soy nada. Esas pequeñas cosas que pensé que eran superficiales y accesorias, casi algo del pasado, eran lo más importante de todo. Y las dejé atrás. Casi pierdo la vida. Casi pierdo la cabeza. Pero ese casi siempre me salva y es más fuerte que mi mente, corazón y vientre y me agarra a algo, disfrazado de musa o faro pero solo es un sujetapapeles de mi cordura de ojos bonitos. Joder, los segundos ojos más bonitos que existen en este mundo que los primeros los tengo conmigo.

659 por delante de mi. Shatner desafina. Qué tiempo para estar vivos.

A menudo me dejo llevar por el vertigo de las eras y siento una extraña nostalgia por los tiempos que no verán mis ojos, para bien y para mal. Me apena saber de personas que conozco que han muerto y no han visto las pequeñas cosas importantes que vendrán. Intento ver y observar y mirar y ser consciente de todo y darle la verdadera importancia a cada cosa sin perder la perspectiva de fugacidad. Mi cerebro funciona bien pero anda oxidado ultimamente. No podía asimilar más, tenía que parar y replegarse. Limpiar, fregar y abrir las ventanas para que entre el aire. El casi año, medio y un poco más, tres cuartos de año que llevo viviendo en el internet más profundo. Y en el fondo, muy abajo, me he encontrado, me he visto reflejada a través de los años y las palabras de otros como yo. La edad no da experiencia ni derechos ni obligaciones. Esas cosas las  coje cada uno conforme quiere, puede o debe. Nadie cambia, no hay un carné ni un interruptor. Esa es la respuesta a la vida, al universo y a todo. Eso y 42.

614. Can you hear me Major Tom?

Hago cola, watch your back, Cumberbatch is in town. No puedo mencionarlo, ni escribirlo, es algo como una heregía para mi. Como reconocer el foco de mi debilidad. Y no soy buena reconociéndome débil. El sujetapáginas de este año de vivir en Internet y mantener mi cordura ocupada mientras mi subconsciente ordenaba varios años de amontonar trastos sin orden, control ni etiquetas de colores. Es solo la excusa. Es mi mecanismo de salud mental. Yo soy Cumberbatch.

Can you hear me Major Tom?

Hago cola. Fetichista del momento y los recuerdos, como unica propiedad que a la postre puedo acaparar conmigo para siempre, tengo a mi alrededor pequeños objetos que me reconfortan y convertiré así en especiales: mi anillo de estrella, mi boli azul, mi taza de Iron Man, mi pulsera de Sami tribe color rojo como una indirecta muestra de amor, devoción y gratitud que nadie más que yo puede reconocer... y espero mi turno.

Shatner canta ahora Bohemian Rapsody.

Una excusa para mantenerte con vida, expectante, como un niño al que le han prometido una bici nueva al final del curso o un viaje a Disneylandia. Así soy yo. No soy un adulto normal. O lo que yo pensaba que era porque hay más como yo, afortunadamente.

Is this the real life or is this just fantasy?

Nunca seré "normal", he tenido suerte. Tengo suerte. Tendré suerte si los ojos más bonitos del mundo siguen conmigo hasta el final. Es lo que tengo, recuerdos, tickets, pisapapeles de cordura, los ojos más bonitos del mundo que miran por mi y me recuerdan porqué quiero seguir andando esta vida tan rara que me ha tocado vivir. Ser o no ser. No hay forma de saberlo, es lo que nos toca. Ojalá Ofelia no se hubiera tirado por la ventana y ojalá Laertes no fuera tan idiota. Pero es lo que hay. Igual, mi amor por Hamlet, el cual porto hace 20 años me estaba conduciendo a este preciso momento. Me gusta pensar ese tipo de cosas. Igual llevo en la cola del ambulatorio desde entonces y no me he dado cuenta hasta este mismo momento. Quizá esa sea la llave de mi salvación. O quizá solo es una bonita coincidencia, y todo es completamente aleatorio y fugaz. Tengo suerte. Soy Cumberbatch. Soy Hamlet. Soy mis libros y mi momento. Soy esos ojos y este momento. Miro una vez mi anillo de estrella, conmigo durante esos buenos 20 y tantos años. Y todo conduce hasta este mismo momento.

492 en la cola.

Qué buena y extraña época para estar vivos.

Nothing really matters.

327

Nothing really matters.

251

Nothing really matters to me...

viernes, 27 de junio de 2014

Hear me roar



Mis ojeras son tan oscuras y profundas que ya llegan hasta ti.
Tu aliento, el esquivo acento que me deja la penúltima calada de este cigarro.
Años pasarán y te seguiré odiando, apenas segundos tras la tormenta.
Y seguiré huyendo. Y seguirás ahí.
Maldito seas tu, y tu podrida alma de ojos verdes.

viernes, 13 de junio de 2014

Media Luna



me acunas en tu sombra
sin poder acercárteme
y me sonrío para mi
no te tocaré jamás
pero mi sentidos
no te sienten
te escucho
sin oírte
te toco
sin
ti

y

si
ahí
estas
te veo
te siento
el palpitar
tu dulce ser
me acomodas
y me recoges en
el hueco imposible
de tu etéreo corazón

martes, 27 de mayo de 2014

G. Pym, Arthur



Y ni siquiera tengo ya mis viejos libros que poder llevarme al alma.

martes, 29 de abril de 2014

Silence will fall




Me voy diluyendo en las horas, en este silencio palpable solo roto por ruidos, enmascaradas melodías o unas pocas nanas de voz eterea y oscura. Poco o nada humano. Y lo que pudiera serlo, ajeno a mi. Nunca pensé que la integración resultara imposible para mi. Mi cerebro lucha por entender, mi corazón por recubrirse, mi alma, por encontrar cobijo. Y me encuentro perpleja ante este inesperado desarme.

Puedo entender el idioma. Y aunque antes era inmediato, palabras se asimilan, cerebro que se transforma, ahora sufre un proceso de traducción que resulta alarmantemente agotador. Mi cerebro sigue hablando en mi lengua vernácula cuando no debería ser así y esa diferencia de pensamiento me condena a ser diferente, merma mis facultades y por encima de todo, mi ejército de habilidades a la hora de batallar por mi propia causa. Y prefiero callar. Y no salir ahí fuera, donde cada ser humano es aunque parecido, completamente distinto en su mente, corazón y alma. Su peso no es el mío, sus motivos, gestos, sistemas de razonamiento, diferentes. Y callo. Y otro pedazo de mi menguada armadura cae. Ya perdí casi todas las barreras y voy perdiendo incluso años. Diluyéndome hasta que no quede prácticamente nada.

Me cuento ahora mismo, según mi lógica me dicta, entre los 6 y 8 años. Miedo, desconfianza, desconocimiento propio y ajeno. Terror. Inestabilidad emocional. Inseguridad. Impotencia. Y el silencio cae.

Hoy me ha cogido por sorpresa escuchar mi propio nombre. Víctima de mi propia disertación, el nombre que escogí para mi rol es ya más real que cualquier otro. Soy más virtual que real ya. Me reconozco por ese nombre que adopté hace casi 20 años ya, y es fuerte, tiene historia y hasta vivencias propias. Pero el mío, el que me dieron al nacer, el que es a la vez parte de esas otras versiones anteriores de mi, ya no me es familiar. Su sonido se pierde. Hoy lo he escuchado por primera vez desde hace probablemente casi un año y me ha sorprendido. No es solo la ausencia de personas con quién hablar. Va más allá. Se trata de identidad. Cada vez más dificil, cada vez menos facultades, cada vez menos yo. Lo que quiera que haya sido ese "yo".

La personalidad individual se va construyendo con recuerdos, vivencias, experiencia e influencias de otras personas a lo largo de los años. Sin esas influencias, las capas de la personalidad se secan, resquebrajan y finalmente se desprenden. No hay con qué protegerse, no hay con qué trabajar. Y a mi ya no me quedan piezas de armadura siquiera para poder utilizar en este proceso de escritura, tan necesario para mi cordura, tan intimamente ligado a mi, tan difuso ya de mi ideal que esto es ya solo un ejercicio de balbuceos que bien podría guardar en una caja y tirarla al Lagan pero que si lo hago aquí es simplemente por no arrojar más basura desordenada en mi disco duro.

Y el silencio cae. Mi nombre se pierde. Lo que he sido se deconstruye y mis recuerdos se acercan peligrosamente a la frontera y tierra de la imaginación y sé, porque lo sé, que acabaré por tener la certeza de que mis vivencias fueron y han sido siempre imaginaciones mías, el yo en los otros, solo un fantasma inventado. Y el silencio caerá finalmente.

miércoles, 16 de abril de 2014

Verdades como Puños #3: Punchline

Punchline, M.S.Corley


Por alguna razón que todavía no comprendo del todo, ando ordenando todos los cajones del estropicio que tengo por montera por haber estado posponiendo un juicio adecuado en su momento.
Crisis de edad, crisis de identidad, gilipollismo sumo. Como se quiera.
Y ando dando pasitos hacia atrás para desandar caminos largo tiempo olvidados y ver qué he ido dejando atrás, si merece la pena traerlo conmigo de nuevo o si debo quemarlo después de leer.

Este ejercicio es complejo, me esta llevando unos cuantos meses y me faltan herramientas para poder agilizar el proceso. Pero no estoy completamente sola. Mi faro me alumbra el camino. Y cuento con un inesperado aliado. Es un detonante que, por algo que no comprendo, parece tener el poder intrínseco exponerme ante un espejo. Con mi faro siempre presente -y que nunca me falte-, este extraño conductor, esta musa, me inspira de la forma correcta. No quiero dar más detalles, no quiero darle su forma real, por mucho que me plazca en privado. No se la daré aquí. Siempre me avergonzó reconocer porqué me gustan las cosas que me gustan, cómo de lejos en la busqueda de la verdad absoluta puedo llegar empezando por los caminos más inesperados y ridiculamente inaceptables.

Y así estoy viviendo de nuevo mis vidas, con mi faro y mi musa a cada lado.

Una de las últimas lecciones que mi musa me ha brindado es fruto de uno de los quehaceres más habituales que tenía como periodista, reportera o tuercelineas. La cita. La frase. El Punchline. Querer que todo aquel que tienes delante te de el trabajo hecho. O de no ser así, forzar la realidad para que coja en una linea de portada, en un titular.

Nunca fuí una persona paciente. Y mis rasgos y aptitudes comunicacionales siempre han sido torrenciales, contagiosos y a veces, rudos y avasalladores.

Cuando te dedicas a ese trabajo adquieres casi automáticamente la facultad de eliminarte de la ecuación. Al menos yo. El entrevistado tiene algo que decir, el público tiene algo que escuchar. Tu eres el medio. A veces es al revés. A veces el publico quiere saber algo y el entrevistado no es un personaje público que deba saber de retórica o de cómo funciona el proceso informativo.

Y fuerzas la máquina. Vas al grano. Le disparas a la cara sin piedad la pregunta que puede dolerle o no (no es tu trabajo juzgar eso) y esperas esa respuesta redonda, sencilla, breve y ni siquiera le miras a la cara porque estas anotando el tiempo dónde cortar para editar. Y si no te la da, lo mirarás con la cara de atroz impaciencia que tu jefe de redacción y tu profesor de reporterismo te enseñaron a poner.

El entrevistado se sentirá violento, apabullado, triste y será como un niño al que están regañando por haber hecho algo mal sin entender porqué. Pero tu tiempo es tan limitado como la vida misma. Te marcharás sin más dejándo atrás al niño asustado para más tarde forzar la realidad por el interés de la noticia.

Y esa persona que dejas atrás se siente usada, malinterpretada, vejada y desprovista de cualquier tipo de oportunidad para rehacer su respuesta. Al quedar enmarcada para siempre en un formato que todo el mundo puede ver, leer y escuchar para siempre, se convertirá en una verdad inamovible y nunca más podrá ser desdicha. No importa lo que ese entrevistado haga, diga o piense después. Esa verdad, fruto de una mañana sin café, de un pensamiento mal entendido, de una mente cambiante, esa verdad será la cuerda con la que se cuelgue. Si tratas con personas dedicadas al ente público, éstas saben darte esas frases; no hay dolor, no hay humillación ni abuso. Ellas juegan igual que tu, o peor, porque nada es real. Pero si juegas a eso con personas normales te acabará doliendo el corazón sin que te des cuenta. Y eso con suerte, si es que aún sigue dentro de tu pecho.

No encontrarás a un solo entrevistador, periodista, jornalero o redactor que se sienta culpable por haber causado semejante atropello en la vida de otra persona.

Mi musa, que padece el mismo problema de incontiencia verbal y balbuceantes circunloquios que yo, me lo ha estado dicho esta mañana. Tiene problemas para redondear sus frases, me cuenta, y le horroriza que le malinterpreten. Lo comprendo y le doy la razón. Que reniegue de lo que he sido no quiere decir que no sepa verlo todavía. Y me duele porque me he visto reflejada triste, dolorosa y certeramente en sus palabras.

Porque yo he jugado a ese juego. He forzado la realidad de otras personas y no me ha importado. Era mi trabajo, era lo que debía hacer. Jugué con otras personas por un Punchline. Y jugué fuerte y apostando duro. No había nadie más fiera que yo a la hora de sacar "la frase", llegando incluso a utilizar a esa persona que tenía frente a mi para obtenerla. Rara vez incluso a traición. Una vez, por venganza.

Puede que por eso me acabara doliendo tanto el corazón al final de aquellos días. Literalmente. Tres electrocardiogramas en un mes para poder encontrar finalmente, "la frase" que yo necesitaba.

Y mi musa me lo acaba de tirar a la cara para que acabe aceptando de una puñetera vez que no me fui por cobardía, me fui por humanidad.

Le debo una cerveza. Le odio tanto como le quiero, al muy bastardo.

lunes, 14 de abril de 2014

Verdades como Puños #2: "How to be a Lone Bar Rider correctly"



Lecciones para ilustrar a una correcta Jinete de barra solitaria y lograr así una satisfactoria velada.


Introducción:

Eres uno de esos seres correspondientes a la especie humana, de género femenino, que gustas de visitar antros de carretera, bares de currelas, templos del rock o simplemente un buen bar donde disfrutar de una copa y un poco de música de calidad. Esta premisa, aunque sencilla, conlleva el handicap del género. Si bien hay hombres a quienes les resulta abrumador tomarse una copa a solas en un bar, si eres una mujer, el resto de parroquianos te van a mirar inquisitivos o abiertamente mal. Esto no debería importarte, y si así es, es una pena que debe corregirse y tiene solución:
Más de treinta años de experiencia me avalan para señalar unas cuantos trabajos de campo para ilustrar situaciones que se pueden dar en esa circunstancia. Ir a un bar a tomarse algo y escuchar algo de buen rock no debería ser tan complicado y es algo digno de hacerse, abierta y confiadamente, en solitario de vez en cuando.

Los siguientes supuestos son ejemplos reales ocurridos a lo largo de estos treinta años de experiencia que ayudarán a ilustrar cómo comportarse con entes intransigentes que invadan sin ser invitados ese momento de privada solitud. 

Supuesto #1: un gañan te entra en la barra.


Te acercas a tu templo, la barra, te sientas y esperas a que te atienda el barman, ese dios. Mientras esperas la buena música, suena una tonadilla de un tal Craig David, la tarareas por defecto sin ganas. Un fulado te ve sola, se fija en que tarareas e interpreta AUTOMATICAMENTE que estas ahi buscando lio, que estas mandando señales como si fueras un semáforo. Y decide interpelarte.

-"Hola guapa, te gusta Craig David? Yo tengo toda su discografía"

Qué hacer? Siempre desde el supuesto de que te quieres librar de semejante ser que te entra con semejante línea -si te mola, no hagas caso, claro, pero allá tu con tu dignidad-, tu respuesta será la siguiente. Girar la cabeza lentamente, no el torso, y mirándolo a los ojos, responderás en su tono más sardónico:

-"Ah, ¿toda la discografía? ¿Los dos discos? Wow!"
E inmediatamente vuelves a girar lentamente tu cabeza en busca del barman. A partir de ahí ya es invisible para ti. Haga lo que haga, se disolverá en su propia aura de mediocridad. Si parece dolido es que hay conciencia dentro de ese bulto; si no, aprenderá la valiosa lección.


Supuesto #2: una garrula te entra en la barra.

Estas en tu templo, la barra, y hay un grupo dando un concierto, la mitad son chicas. Su música no te mata, pero no esta mal. Estas ahí por tu copa. Se te acerca una chica y te pregunta:

-"Hola nena, ¿alguna vez te lo ha comido una tia?"
Bien. Las deducciones se agilizan en tu cabeza. Esta es una fan. Probablemente alguien del grupo sea gay y, al igual que en el caso #1, alguien interpreta AUTOMATICAMENTE que estas ahí buscando lío, mandando señales como si fueras una torre de control aeroportuaria.
Las chicas lesbianas no tienen porque ser rudas. Ni tienen porqué tener tacto o ser inteligentes. A aquellos que no tengan experiencia, les diré que cada uno es como es, independientemente de lo que mueva su barco.
Ante semejante presentación, más allá del catálogo de buenas maneras del correcto conquistador, solo puedes volverte lentamente y mirarla a los ojos. Insisto, si te mola, adelante tu con tu falta de autoestima. Si tienes cierto amor propio, le dirás:

-"Perdona, ¿ves a quien está tocando el bajo en la banda?" -señalas al grupo que toca-.
-"El bajo cual es? El de las 6 cuerdas no? -ahí ya sabes que no hay nadie al volante en esa cabeza-.
-"El bajo tiene 4 cuerdas"- interpelas amablemente, sin faltar.
-"Pero si eso es un tio!" -no shit, Sherlock!-.
-"Efectivamente, es un tio y te invito a que le preguntes eso a él porque acabará por señalarme a mi"- y te giras hacia tu amada barra.

Semejante respuesta indirecta y premeditadamente larga dejará a la chavala haciéndose preguntas internas intentando entender qué le acabas de decir durante el tiempo en que tu te tomas el resto de tu copa, tocan dos canciones más, ves a la novia de esta chica que anda buscándola y la llamas con un gesto para que venga a recoger lo que queda de sus pertenencias. Se disculpa, alguien esta borracha. Te fumas el resto de tu cigarro y decides que tampoco tocan tan bien.


Supuesto #3: el idiota que quiere liarse contigo y/o con tu amiga.

Estas en tu templo, la barra. Hoy vas con alguna amiga. Por alguna razón, hay entes que interpelan que dos chicas en un bar significa AUTOMATICAMENTE que ambas buscan lio, algunos incluso llegan a pensar que buscan lio a lo grande, y al margen de lo fantasioso de la idea, creen que pueden tener oportunidad no con una o la otra, sino con las dos. A estos se les ve de lejos, por cierto. Y es muy raro que se de este caso en el universo y que sea satisfactorio para las tres partes. Si tu apellido es Cumberbatch, Hiddleston o Duchovny, te invito a que me busques -ya pongo yo la amiga-, como curiosidad empírica. El universo no es tan vago y la entropía funciona a nuestro favor.

Este caso, sigamos, requiere cierto grado de confianza con tu amiga, reflejos y rapidez mental.
¿Qué hacer?

-"Hola guapas, quere..."
Te giras rápidamente hacia tu amiga, dándole la espalda al maromo y le plantas un llamado "pico" o un beso o un morreo -depende del grado de confianza, ya os digo- a tu amiga. Rápido, efectivo, digno y valiente.
El proceso de desalojo de semejante bulto humano dura apenas unos segundos.

Si en lugar de estar con una amiga es un amigo, de genero masculino heterosexual, cuidado, si no está avisado puede ser perjudicial para su salud mental y emocional. Cuidado con esta técnica. Es tan efectiva como peligrosa. Si tu objetivo además era acabar besando a tu amigo, probablemente también sea peligrosa para ti misma, tu integridad como ser humano y tu dignidad como persona. Yo de ti no lo haría.


Supuesto #4: El músico que está en el escenario es un fantasma mediocre

Esto solo funciona para los pequeños conciertos. Vas a tu bar favorito, a tu templo, la barra. Más tarde toca un buen grupo. Pero tiene telonero. Y el telonero es un cantamañanas que no solo lo hace mal o mortal de necesidad sino que se regodea y alarga el tiempo de sufrimiento robándoselo a las vidas de los demás, incluido el cantante -que si quieres escuchar- que viene tras él.

¿Qué hacer?
Coges tu copa, te levantas, despacio. Tus movimientos han de ser lentos, desapasionados, tu mirada, lángida y de rayos x. Ves a través del espacio tiempo y decides hacerselo saber. Léntamente, como flotando en el torrente de mediocridad y mal gusto que procede del escenario, te posicionas frente al cantante/músico y lo miras fijamente. Te aseguras de que te mira fijamente, de que te percibe. Y cuando eso suceda, léntamente, con la mano en la que no llevas tu bebida, sacas de tu bolsillo unos auriculares y, sin dejar de mirarle a los ojos, te los colocas en tus orejas.

Si lo has hecho bien, esa será la última canción que toque no solo es noche sino el resto de su vida, que dedicará nada más bajar el escenario, a estudiar derecho penal o cualquier otra cosa más útil con la que compensar el daño que ha estado haciendole a la humanidad.


Estos supuestos, entre otros tantos del mismo calibre o condición, ayudarán a ilustrar el comportamiento que una señora y dama debe tener con aquellos que la confundan con un semáforo si quiere disfrutar de una tranquila velada en su propia compañía en un bar.


-"No comprendo como no te han partido la cara todavía".

Señalaré, a modo de epílogo y reseña de la crítica que avala estos estudios.
Todo completamente ciertísimo.

martes, 8 de abril de 2014

Verdades como Puños #1: "Pulcro, preciso y perfecto".


Ahora que tengo la certeza bastante absoluta que esto no es más que una alternativa al puñetero microsoft word, y dado que el señor clipo hace tiempo que esta muerto y enterrado, ahora, digo, que esto no será leído más que por mis ojos y por algún alma perdida en esos derroteros de buscadores de imagenes, ahora puedo escribir cosas que debo, cosas que hacen falta. Y puedo ser yo. Sin balbuceos de rima llorosa ni exabruptos hiperventilados coloristas.

Hace tiempo se me hizo de notar que mi forma de percibir mi impacto en los demás era diferente a la habitual. De dónde yo vengo no hay tiempo de fijarse en esas cosas. De donde yo vengo no hay tiempo para pararse a mirar dentro de uno. Solo importa hacer bien lo que se haga. Pulcra, precisa y perfectamente. Y a ser posible que sea util. Personalidades fuertes y palabras inmutables. Pero yo no pude nunca ser así. Yo miraba dentro y veía más cosas aparte de la etiqueta de "100% algodón". Veía miedo y ansiedad. Veía juegos de palabras. Veía aventuras y amigos imaginarios. Veía sueños e historias. Y los dibujaba, los imaginaba y escribía en historias donde rara vez aparecía yo como yo misma; me transfiguraba en otro personaje. En quien quisiera. Era y no era a la vez. Y eso no era util, no era nada pulcro, ni preciso ni perfecto.

Hace tiempo se me hizo de notar que mi forma de percibirme en los demás es diferente. Soy bastante indiferente -o ciega, incluso- al comportamiento de los demás, a priori, al menos. Jamás tuve prejuicios, jamás tuve miedo de aquel que me mira. Pero dado que pasaba mucho tiempo dentro de mi cabeza, asumí que el resto de seres humanos a mi alrededor estarían más ocupados, preocupados de sus propios quehaceres, preocupados en hacer bien las cosas. Pulcra, precisa y prefectamente. Personalidades fuertes y palabras inmutables. Y que yo no estaba a la altura. Yo estaba mal. Y por eso dejé de interesarme, finalmente y casi por completo, en los demás. Asumí que yo no les podía interesar. No era útil, ni fuerte.

Supongo que en lugar de intentar parecerme a los demás, intentar encajar o fingir ser y tener otras cualidades que no eran las mías, asumí bien pronto que yo era una pieza débil, distinta y no válida para formar parte de cualquier grupo. Hay quien diría que semejante gesto es digno de alabanza por apostar por mi personalidad en lugar de fingir ser otra persona para encajar en algún rol secundario dentro de un grupo social. No soy ciega. Pero eso lo diría alguien que no soy yo.  Y elegir eso duele.

Ese aislamiento voluntario, más por resignación y por saberme inferior unas veces, orgullosamente superior otras, corrompió, de alguna manera, esa percepción de mi identidad. Uno puede ser muchas cosas: un curriculum, un apellido, un lugar. Pero también es lo que refleja el resto. Y ese aislamiento, como digo, ha provocado, con el paso de los años, un confuso silencio en el espejo que tengo delante. Necesito que los otros pongan en palabras lo que deba ser entendido, pues mi percepción es pobre. Necesito que se me diga lo que me deba ser dicho. 

Mis historias siguen conmigo, mis amigos imaginarios, mis sueños y ansiedades. Y cuando he intentado acallarlos para andar algunos caminos de la vida como la pareja, el trabajo, las responsabilidades, las crisis y accidentes -no puedo olvidar que yo también soy un apellido, un curriculum y un lugar-, cuando he intentado acallarlos, digo, me ha supuesto un sobreesfuerzo que no percibo en el resto. Pero es porque yo estoy mal, no funciono como el resto, no soy una pieza ordenada, firme y fuerte del puzzle. No soy pulcra, precisa y perfecta. Soy esa pieza que se te queda ahí en medio, de un color indefinido y que no sabes muy bien dónde va, si es que no es de un puzzle distinto que se ha mezclado con este. Sigo siendo así, a la mitad de mi vida. Y sigo tan viva como el primer día, tan ignorante de lo que me rodea más por saberme débil e indigna que por arrogancia o superioridad. Soy así. Duele. Pero es lo que soy.

"Cuando te conocí pensé que eras tímida, no hablabas con nadie e ibas siempre sola. Luego me di cuenta de que en realidad es que vas a tu puta bola y te da igual", me dijo una vieja amiga, al final de la carrera, respecto de nuestro primer día de universidad.

Todavía, a día de hoy, me sorprende a niveles infinitos que alguien sepa mi nombre, que alguien me describa de alguna forma que no me había sido apercibida, que alguien me recuerde de alguna vieja vida, de alguna aventura.

No me importa. Me alegra. En realidad jamás quise dejar de ser la pieza indefinida del puzzle y me alegra saber que hay otros seres humanos ahí fuera que pueden percibir mi elección. Que encontraron un sitio en su puzzle para mi. Que entendieron que preferí ser débil a asumir un rol que no era el mío. Yo estaré ahí cuando se me necesite, no cuando se espere que esté. Es diferente. Para mi será más duro que para el resto, esos de comportamiento pulcro, preciso y perfecto, pero estaré de verdad.

Duele, pero es lo que soy. Aunque el espejo no me hable. Aunque los demás sigan esperando que me vuelva una pieza fuerte de palabra inmutable. Que algún día sea pulcra, precisa y perfecta. Prefiero mi espejo mudo, aunque duela.

Y a todo esto, yo venía aqúi hoy a hablar de otra cosa y mira por dónde voy.
Otro día será.

lunes, 24 de marzo de 2014

Ahora




Ahora.

Ahora.

Ya.

Ahora.

¿Sabes ese relámpago, como un rayo de luz, ese dolor, que se cuela por detrás de los ojos, justo delante del cerebro, ese que se parece al que te da cuando sorbes limonada demasiado fría en un día de calor pero que es solo parecido? Ese, ¿justo en el centro de tu cabeza? Ese.

Ahora.

Y ahora.

No sé cuándo empezó. Si alguna vez no estuvo ahí.

Espera... No.

Sigue ahí. Duerme. Por ahora.

No sé qué es. Se retuerce dentro de mi, viento helado, en mi pecho, en mi cabeza, en la punta de mis dedos, arrugados, testigos, destrozados por la guerra. No sé desde cuándo está ahí. Pero sé lo que hace conmigo, lo que hace de mi.

Es como una serpiente de piel suave. Grácil, hermosa, liviana. Una serpiente que se acomodó a mis vísceras y ahí vive. Entre mi hígado y mi olfato. Entre mi pulso y el color de mis ojos. Dices que me cambian de color según mi ánimo. Es ella. Que soy contagiosa, que exploto y me desbordo sobre todo lo que me rodea. Es ella. Que me cambia la voz y las octavas bajan como si del amor se tratara. Como si la más oscura de las simas me hubiera tragado. Es ella también.

Y la siento recorrerme, apenas contenida, divertida y despreocupada, como un pantagruélico turista de todo gratis, avasalladora y sin remordimientos, acabando con todo lo que su suave y liviana piel gracilmente desmenuza a su paso dentro de mi.

No tengo corazón. No tengo ojos. No tengo pensamiento ni voz. Ni la voluntad ni la guerra. Todo es ella. Como esa dolorosa luz que te cruza el cerebro como un rayo cuando sorbes limonada fría en un día de calor.

Eso es ella. Siempre. Y ahora, que duerme, te estoy dejando aquí las que puede sean mis últimas palabras propias, escapando por la punta de mis dedos, arrugados, testigos, destrozados por la guerra.

Ahora.

Aquí viene de nuevo.

Ahora.

miércoles, 19 de marzo de 2014

How Alive Are You?



Anclados a mi espina dorsal, amontonados, se acumulan una plétora de objetos.
Objetos de inspiración y deseo, de terror y odio, de catarsis y admiración, objetos atados para siempre a la estela de mi sendero por medio de pequeños lacitos de formas extravagantes, colores lisérgicos y casi siempre incomprensibles o incoherentes para el ojo no entrenado, incluido el mío propio.
Cosas que encadenan otras cosas sin aparente relación.

Una canción, un color, una voz.
Una hora del día, un viento del sur.
Un libro, un olor, una frase.

"Like a jaguar hiding in a cello"

Como un jaguar escondido, oculto en un violonchelo, chelo, cello.
Una bestia indómita, estilizada y taimada, salvaje e inesperada, escondida -que no encerrada- dentro de una de las formas más deliciosas, serenas y precisas capaz de emitir un sonido profundo, aterciopelado y evocador. Like a jaguar hiding in a cello.

Leer esa frase referida a alguien desconocido, a quien crees poder entrever a través de esa idea, y cuánto fascina intentar entender el porqué de esa elección de palabras. Tanto, que te lleva a pasar toda la mañana imaginando el tipo de personalidad que esa frase puede transmitir, qué pasaba por el corazón del escritor cuando la formuló, qué llegaron a comprender aquellos que la leyeron por primera vez, qué sintieron aquellos que la leyeron por segunda o tercera vez por saberse esquivados, por el rabillo del ojo, por una exquisita verdad oculta a plena vista.

Esa frase se me quedó pegada al alma ayer y mientras meditaba y me dejaba llevar por ella paseaba por las calles, a tiempos entre lluvia y entre brillante luz del mediodía, y yo misma flotaba sobre el pavimento, pegando imágenes, conformando un recuerdo entorno a esa frase, a ese paseo, a esa persona que fue descrita así, a ese escritor, a esos lectores, a ese sol y esa lluvia.

Y así, entre los claroscuros de mi mente perdida, mi imaginación pare un recuerdo que no es tal, porque acaba de surgir de mi propia creación. El recuerdo inventado de un personaje que me habla con la voz de un instrumento de cuerda conformado por siglos de precisión y tradición, de educación y belleza, que al tiempo deja entrever que tiene algo de bestia estilizada y si, desprovista de remordimientos o agenda. Ese nuevo ser, nacido de mi estado de ensoñación, es pura magia. Y me habla de su propia vida, que apenas acaba de empezar, que se forja mientras duermo o mientras estoy aquí sentada, intentando conformarlo a través de mis palabras.

¿Quién es el demiurgo en este caso? ¿El escritor que eligió esas palabras? ¿Llegó éste a entender por completo y en todos sus matices todo lo que esa frase encerraba en sí misma? La persona retratada ¿sabría decir cuánto de si misma contiene esa verdad? ¿Soy yo, acaso, el demiurgo?

Ese personaje, nacido de mi misma, me acompañará desde ahora y para siempre en mi camino.
Y me hablará en susurros, con la voz de un cello, cuando recorra de nuevo algunas de las calles que pegué a su recuerdo, cuando me parezca escuchar el ronroneo de un jaguar o incluso cuando me deslumbre el brillo del sol del mediodía en los charcos de hace media hora.

Y el lazo no será más que una frase de un periódico cualquiera, que un periodista del que nadie sabe dedicó a alguien que nadie recordará jamás. Y eso, amor, no es fácil de explicar.

"Like a jaguar hiding in a cello"



jueves, 13 de marzo de 2014

Comunicación e Incomunicación



Hace diez años exactamente andaba yo copiando contenidos de un libro de informática.
Historia de Internet para lerdos, o algo parecido.
Andaba hasta las cejas, a ciegas y sin red, con mi trabajo de final de carrera.
"Comunicación e Incomunicación. Análisis sociocognitivo de la adaptación a Internet del ciudadano en la Sociedad de la Información". O algo así. Nadie ha podido leérselo del tirón y entenderlo.

Yo solo lanzaba una idea, con apenas un par o dos de autores entre manos: Nicholas Negroponte y su manida y pomposa biblia y Manuel Castells y su trilogía la era de la información y su acercamiento la "Galaxia Internet". Muy recomendables todavía a día de hoy estos últimos, por cierto.

Y todo porque estaba pasando por un desengaño amoroso. Y quise vengarme. Diez años después lo reconozco aquí y ahora. Yo no había tenido acceso a internet hasta que llegué a la universidad. Nunca supe nada del IRC ni casi del messenger. Pero quería culpar a alguien. Y me propuse señalar con el dedo al objeto de mi ignominia por ser del tipo de entes que, por aquel entonces, gozaban de banda ancha y disfrutaban luciendo su palabrería en las madrugadas de aquella protored social.

Esa fue mi excusa. Mi teoría era la siguiente: aquellos que no son capaces de construirse una entidad e identidad firmes y fuertes en su circulo definido por el tiempo y el espacio, en su clan social, pueden construirse una más acorde a sus deseos ocultos por el anonimato y el omnipoder que el espacio virtual ofrece. Era una crítica. Una campaña de Coca Cola de aquellos días me brindó la idea: "Sé quién quieras, consigue lo que quieras". Ya no recuerdo ni qué ofrecía aquella campaña. Pero hacía referencia a ese poder que otorga la red si no eres capaz de "conseguir lo que quieres" siendo quien ya "eres". Y yo quería probar que ese recién nacido universo podía ser un sustituto viciado creado por una personalidad débil. Obviamente estaba muy lejos del actual devenir de los acontecimientos. Facebook no existía. Ni siquiera Fotolog. Twitter acababa de nacer. No había blogs, solo bitácoras. Me abrí una cuenta en todo lo que pude. Mis primeras cuentas de correo estaban en terra, iespana y geocities. Con eso lo digo todo.
Cuando entré en twitter eramos, literalmente, cuatro monos. Me da vértigo acordarme de eso, francamente. Pero yo no estaba a la altura. En aquella época yo estaba muy lejos de alcanzar el nivel de internauta aquel despiadado ente del que quería vengarme o de tantos otros que utilizaban las redes de forma habitual y normal. Solo era un trabajo de final de curso y solo quería mi venganza particular. No me importaba el punto de vista melodramático de mi idea. Pensé que, al tratarse de una universidad católica la mía, de un tribunal de corte conservador y temeroso, tratar de "estigmatizar" el uso de internet me daría puntos. Y así fue. Me importaba poco y confieso que estaba en desacuerdo con mis propias teorías.

Me quedé sin tutor justo al empezar. Para cuando me asignaron otro, ya no podía volverme atrás. Y el tutor que me fue asignado no pudo ayudarme demasiado. Su campo era la política internacional. Solo me corregía el estilo. Me había lanzado sola y de cabeza a algo que no conocía y me agarré a las teorias de la comunicación, la definición de la identidad y a lanzar una cuerda hacia un futuro en el que, según mi teoría, el mismo test utilizado en psicología que mide la adicción a la cocaína podía utilizarse para medir la adicción a internet. No podía ser más apocalíptico ni podía estar menos de acuerdo. A pesar de tener algo de verdad.

Pero no lo sabía. Entonces.
Medio trabajo eran conceptos de informática y sociología regurgitados de otros libros, el otro medio, encuestas y demás basura metodológica. Apenas 40 páginas de 400 eran lo que sustentaba aquella idea. Que no era otra que el nuevo universo virtual donde cada uno podría redefinirse para encontrar un hueco más amable que el que la realidad le había brindado. Mi teoría defendía que, si bien eran los menos, habría quienes no podrían escapar al prisma brillante y prometedor de una realidad alternativa donde podían ser más altos, más guapos y más interesantes. Más y mejor aceptados. Y que ese universo virtual diluiría la personalidad real, necesaria para la integración social dentro de los aspectos sociológicamente entendidos como el espacio -una región, un lugar, una comunidad- y el tiempo -de día o de noche, ayer, hoy, mañana-.

Hoy tengo más cuentas de correo qué dedos de las manos. He perdido la cuenta de cuántos perfiles tengo en cuántas redes sociales, algunas ya extintas, otras recién nacidas, de cuántos blogs han nacido, vivido y muerto bajo mi mano, cuántas personalidades he tenido -afortunadamente, la original, la que dio vida a mi yo virtual sigue ahí, Duckland, por cuestión de sentimentalismo y un guiño a un viejo amigo- y cuántas más puedo llegar a tener. Sigo sin entender el sentido completo de mi propio subtítulo, "analisis sociocognitivo", pero lo de "Comunicación e Incomunicación" viene de mucho más lejos, de cuando, al leer en clase de literatura "El Túnel", de Ernesto Sábato, el profesor me lo lanzó a la cara, junto con el cuchillo que habría de ser usado para cortar el hilo lo que yo había sido hasta ese momento, y entonces nació Duckland. Comunicación e Incomunicación.
En el fondo soy una masoquista. Al final alguien llevará razón; no puedo ser feliz, me aburro con la simplicidad de la felicidad. 

"La vida real no es más que otra ventana, y no necesariamente la mejor" Sherry Turkey, 1994

miércoles, 5 de marzo de 2014

Ejercicio de autoafirmación. Análisis sociocognitivo autoperceptual del individuo conocido bajo los pseudónimos "Duckland" o "Senorita Estropajo" bajo el prisma errático de supervisión ajena.




Me gusta llevar botas con hebillas o cadenas, de tacón grueso, para andar simulando que llevo espuelas.

He hecho, hago y haré lo imposible por los hombres de mi vida, siendo algunos de ellos personajes de ficción. Uno de ellos incluso invención mía.

Amo al Superman de Christopher Reeve. Es uno de mis primeros recuerdos. Una vez me salvó la vida. Nunca contaré cómo, pero es tan cierto como que sigo viva.

A los 16 años sabía lo que era, lo que iba a ser y lo que quería hacer mucho mejor que ahora que tengo el doble de edad.

Odio a los cantautores por la única razón por la que una vez me gustaron.

Odio y amo profundamente. Sin término medio. Pero podría hacer que amaras algo que odias a base de defenderte toda la gama de terminos medios entre el amor y el odio. Soy una excelente abogada del diablo.

Amo con pasión los procesos teóricos de la comunicación humana pero detesto hasta la muerte tener que ponerlos en práctica.

Tomo ansiolíticos desde hace siete años. A veces mezclados con otras sustancias depresoras y/o estimulantes. Nunca se han convertido en una adicción.

Mi cuerpo responde muy bien a los castigos químicos, mi mente responde incluso mejor.

Soy adicta a ciertos vicios mentales que no puedo definir más que como "revelaciones": situaciones donde el tiempo se detiende y el detonante de esta situación me "ilumina".
Una vez pasado ese momento, haré todo lo posible por ver hacia dónde me lleva esa revelación. Siempre me llevan a alguna parte. Cuando estoy inmersa en este proceso de búsqueda me transformo en un monstruo emocionalmente incontrolable pudiendo llegar a ser mortalmente cansina. Y no me daré cuenta.

Aunque nunca he sido diagnosticada más que de asma y ansiedad, tengo razones para pensar que tengo algún tipo de malsana fijación obsesiva, cierta bipolaridad y alguna clase de protoautismo leve. Nunca sé exactamente como reaccionar ante las noticias ajenas y siempre temo que se malinterprete mi exceso o defecto de empatía con hipocresía. Esto no es generalizado, diré a mi favor.

Años de estudio, entrenamiento y cierto talento interpretativo hacen de mi un ejemplar deseable como conversador ilustrado.

Tengo alma de dragqueen, de camionero, de actriz y de espía.

Tengo un hermano ocho años menor que yo y mentalmente más maduro que yo alrededor de unos cientocincuenta años.

Es enfermiza la cantidad de veces que en mi cabeza me imagino viviendo sin la gran mayoría de los seres humanos.

Hago mi propio pan hace varios años. Algunas veces también lo compro.

Mi naturaleza no es la de ser un ser humano, soy un perro. Mi cuerpo y mi mente tienden a hacerme olvidar las nociones básicas que definen a los hombres como la vida en sociedad, el protocolo, los horarios, la organización, el orden o la orientación sexual. Pese a eso, finjo bastante bien.

Podría afirmar que soy pansexual pero actualmente prefiero denominarme como "mentalsexual" (me lo acabo de inventar. "Brainy is Sexy").

Defiendo el derecho a ser asexual. No me cae bien la gente que no respeta las tendencias sexuales de otra persona por el mero hecho de no comprenderlas. Detesto la tendencia actual a sexualizar todo lo existente sobre la faz de la tierra.

Puedo recordar un episodio concreto de los 202 que tiene Expediente X con ver un solo plano. Todavía no me pasa con Sherlock, pese a que esta serie solo tiene 9 episodios.

En mi lista de quehaceres vitales figura abofetear a Chris Carter y a Steven Moffat.

Tengo ciertas manías relacionadas con los espacios llenos de gente. Se ha dicho de mi que se pueden escuchar los engranajes encasquillados de mi cabeza cuando se da esta situación.

Tengo un palacio mental. Actualmente en contrucción. Una de las habitaciones es mi dormitorio de cuando era niña. Y en algún rincón hay un butacón antiguo color vino en el que se sienta un personaje de ficción que suele gastarme bromas macabras sin previo aviso.

Si me dieran la opción de charlar durante una hora con alguien, probablemente pensaría primero en actores y otros miembros de mi corazoncito fandom pero acabaría decántandome por Michio Kaku para hablar sobre mecánica cuántica y la probabilidad de los viajes en el tiempo.

Si pudiera viajar en el tiempo para ver o ser algo en concreto, querría ser uno de los ayudantes de Miguel Angel en la Capilla Sixtina.

He dejado enterrados trozos de mi alma en Quebec, Rio de Janeiro, Florencia, Roma y Wellington. Espero poder volver a recogerlos algún día.

Tengo mongolismo matemático. No he conocido a nadie más malo que yo en cuestión de números. Tampoco he conocido a nadie más despistado. A veces olvido cómo andar o respirar.

Hecho de menos a mis gatos. A Natillas la que más. ¿Qué estará haciendo ahora?
Hecho de menos a los pocos amigos que tengo, incluídos los virtuales. Todos muy lejos de mi ahora. ¿Qué estarán haciéndo ahora?

Suelo escuchar ciertas canciones de forma indefinida para crear un recuerdo permanente entorno a ellas. Así, pasados los años y al volver a escucharlas, recuerdo qué hacía, qué sentía, dónde estaba y porqué necesitaba escucharla una y otra vez. Es pura mnemotecnia.

Tengo la sensación de que ayer escribía mucho mejor que hoy. Esa sensación que se repite día tras día.

Y ya.


                                    

martes, 25 de febrero de 2014

The Fall





Tu boca entreabierta, es lo primero que veo.
Tus ojos me traspasan desde tu lado del precipicio.
Pero no me ven.
Ya no queda nada.
Has arrasado con todo a tu paso, dejando tras de ti luz y fuego y polvo.
Calor, frio. Ya te percibo.
Tu esencia, predada en volutas, desciende hasta nuestras cabezas.
Ahora te veo.
Tu aún no me ves pero nunca has dejado de mirarme.
Con esos tus ojos, misericordiosos.
Y entre la niebla y el ruido mi boca se tuerce, sonrio, parece.
Porque te miro desde mi lado del precipicio.
Porque te veo caer, igual que tu me has visto caer.
Pero, ¿te fijaste?
Estas muy lejos ahora, tu rostro palpita, tu pecho brama.
Tus ojos nunca me pierden de vista.
Y caes. Caes tan lentamente que apenas me da tiempo a seguirte.
Pero si a recogerte.
Aquí estas.
Hola amor.
¿Me ves ya?
Hola amor.
Siempre.

jueves, 20 de febrero de 2014

My one and only thrill - Melody Gardot




Mis propias armas contra mi.
Ideas, susurros, sombras. Y luego nada.



Lo que te envuelve es el resto del universo, el resto de la existencia que no eres tu.
Es lo único que tengo para definirte, la entera creación.
Y ni así sé cómo.


No soy guía, ni mártir.
No soy un alma gemela ni alto en el camino.
No te serviré de ejemplo.
No te detendré en tu caída.
Pero caeré contigo. Andaré contigo. Aprenderé contigo.
Eso es lo que soy, un compañero en tu camino.
Como tu, ni mejor ni peor.
Soy un soldado de tu ejercito.
No confíes tu vida en mi porque yo no puedo apenas sostener la mía.
Eso es lo que soy.
Y tu cambiarás de piel y de voz.
Y yo seguiré ahí, esperando por ti,
aunque nunca deje de andar mi propio camino.
Pero seguiré estando a tu lado.
Eso es lo que soy.


He cruzado el infierno tres veces.
La primera, escapando.
La segunda, por haberlo hecho.
La tercera, porque lo echaba de menos.
Maldito sea por la falta que me hace.


Envuelta en cientos de capas de dócil humanidad,
educado porte servil, haré tu vida más fácil.
Te daré mi sangre, mi alma y todo aquello que me defina a tus ojos.
Te lo daré sin protesta ni desaliento.
No habrá pago ni se esperará recompensa.
No tendrás que hacer nada a cambio.
No sonrías, satisfecho por tu presa, no soy generosa.
Te daré todo, y eso incluye la mejor parte.
La parte de mi descarnado vientre capaz de matarte.
La parte de mi arrasado corazón capaz de partirte en dos.
La parte de mi extenuado aliento capaz de hacerte saber que me tienes al completo.
Y que eso, amor mio, es lo peor a lo que te vas a enfrentar jamás.


Muros tan altos como mis pobres anhelos, mermados y descarnados por el tiempo.
Muros que no dejan ver más allá.
Muros que son consuelo, porque más allá, no hay nada.
Solo tierra gris embebida de vieja sangre, ramas muertas, viento helado.
Pobre consuelo.


Hace siglos que te busco, vidas que te sueño, etéreo, casi una mentira contada sin piedad. Nunca fuiste. Nunca serás. Y aún así, dedicaré mi vida a buscarte.
Pero duele tanto, dios, duele tanto. Saberte cerca y no saber dónde mirar.
Apenas una sombra tras la pupila, y luego, nada.
Duele tanto encontrar luz en unos ojos que no veré jamás, encontrar caminos persiguiendo una voz que no es sino la mía propia por saber no podértela dar.
Y darte forma con otras formas, sombras de la caverna. Y te persigo y te busco y ando por el mundo sin cuestionarme siquiera el porqué. Solo voy tras de ti, porque sé que estas ahí aunque no pueda usar palabra alguna para llamarte, para dibujarte, para saber qué o quién eres. Pero estas ahí. Y llevo media vida definiendo el universo porque, al final, encontraré lo que no puede ser nombrado y que si, serás tu.
Y te reirás de mi, satisfecho e infantil, despreocupado.
Para ti siempre ha sido un juego. Siempre jugando a mi alrededor, dejándome enrevesadas notas al pié de pagina de mi alma. Una vez, un perfume distinto en una habitación llena de gente. Una nota musical que no estaba dónde debía, un color imposible en unos ojos que no son los tuyos pero que te contienen. Dios si lo hacen!
Y así te persigo, vida tras vida, mientras tu juegas conmigo, mientras pierdo mi aliento, desesperada, rota, mis manos vacías, hundida la cabeza, mientras te busco hasta que llegue el final.


Mis armas contra mi.
Maldito seas por cuánto te extraño.
Maldito seas por todas mis vidas, pasadas y futuras.


jueves, 23 de enero de 2014

Whiskey Breakfast



Estas jodido, Joshua. Acabado, derrotado, sin un céntimo y ni siquiera este puñetero whiskey irlandés te va a reconfortar una mierda. Maldita sea ella y el mar que se la tragó. Después de toda la mierda que he tenido que pasar, tengo que cargar con ella. Joder.
Absorto en si mismo, hundidos los hombros de la vieja chaqueta parduzca, el inglés parecía formar parte del mobiliario del pub del hotel. El curtido barman no le quitaba ojo, a un par de metros, mientras limpiaba aparentemente despreocupado unos cuantos vasos. Despegó la vista del inglés para ver al recepcionista acercarse al mueble humano del final de la barra.

-Disculpe, ¿Señor Dourgall?
-Duncan, Josh Duncan.- Masculló sin apartar los ojos del fondo del vaso.
-Señor Duncan, tiene una llamada al teléfono de recepción. Si es tan amable... - El recepcionista, alto y amanerado, mal agazapado entre sus modales, le señalaba la puerta que daba al vestíbulo.
-¿Quién es?
-Dijo ser la Señorita Carrick.
Duncan volvió despacio, arqueando una ceja y mirando atónito hacia el infinito a través del persojanillo del chaqué.
-No me jodas...

Os presento a Josh Duncan.
Duncan es un apellido escocés. Este caballero se me descubrió entre los muros de un viejo edificio, en un callejón mohoso poco transitado de Belfast. Apenas nos conocemos.
Tiene ojos fríos, grises. A veces azules o verdes, no estoy segura todavía. Pequeños.
Su rostro es afilado, desgarbado. Mitad inglés mitad escocés hasta donde él mismo cree saber. Esa mezcla de genes aparentemente estable se me revuelve más de lo que a él parece gustarle admitir.
Me susurra entre esquina y esquina. Me habla de viejos nombres olvidados. Me cuenta de sitios alrededor del mundo, no solo de la vieja Inglaterra, Escocia o la verde y obcecada Irlanda. Y me canta canciones en idiomas y dialectos extraños. Y con muchos tacos, todo sea dicho.

Espero que Josh tenga mucho que contarme porque empiezo a amar a esta tierra a través de sus fríos y grises ojos, a través de él. Aunque él apenas haya empezado a existir.