martes, 8 de abril de 2014

Verdades como Puños #1: "Pulcro, preciso y perfecto".


Ahora que tengo la certeza bastante absoluta que esto no es más que una alternativa al puñetero microsoft word, y dado que el señor clipo hace tiempo que esta muerto y enterrado, ahora, digo, que esto no será leído más que por mis ojos y por algún alma perdida en esos derroteros de buscadores de imagenes, ahora puedo escribir cosas que debo, cosas que hacen falta. Y puedo ser yo. Sin balbuceos de rima llorosa ni exabruptos hiperventilados coloristas.

Hace tiempo se me hizo de notar que mi forma de percibir mi impacto en los demás era diferente a la habitual. De dónde yo vengo no hay tiempo de fijarse en esas cosas. De donde yo vengo no hay tiempo para pararse a mirar dentro de uno. Solo importa hacer bien lo que se haga. Pulcra, precisa y perfectamente. Y a ser posible que sea util. Personalidades fuertes y palabras inmutables. Pero yo no pude nunca ser así. Yo miraba dentro y veía más cosas aparte de la etiqueta de "100% algodón". Veía miedo y ansiedad. Veía juegos de palabras. Veía aventuras y amigos imaginarios. Veía sueños e historias. Y los dibujaba, los imaginaba y escribía en historias donde rara vez aparecía yo como yo misma; me transfiguraba en otro personaje. En quien quisiera. Era y no era a la vez. Y eso no era util, no era nada pulcro, ni preciso ni perfecto.

Hace tiempo se me hizo de notar que mi forma de percibirme en los demás es diferente. Soy bastante indiferente -o ciega, incluso- al comportamiento de los demás, a priori, al menos. Jamás tuve prejuicios, jamás tuve miedo de aquel que me mira. Pero dado que pasaba mucho tiempo dentro de mi cabeza, asumí que el resto de seres humanos a mi alrededor estarían más ocupados, preocupados de sus propios quehaceres, preocupados en hacer bien las cosas. Pulcra, precisa y prefectamente. Personalidades fuertes y palabras inmutables. Y que yo no estaba a la altura. Yo estaba mal. Y por eso dejé de interesarme, finalmente y casi por completo, en los demás. Asumí que yo no les podía interesar. No era útil, ni fuerte.

Supongo que en lugar de intentar parecerme a los demás, intentar encajar o fingir ser y tener otras cualidades que no eran las mías, asumí bien pronto que yo era una pieza débil, distinta y no válida para formar parte de cualquier grupo. Hay quien diría que semejante gesto es digno de alabanza por apostar por mi personalidad en lugar de fingir ser otra persona para encajar en algún rol secundario dentro de un grupo social. No soy ciega. Pero eso lo diría alguien que no soy yo.  Y elegir eso duele.

Ese aislamiento voluntario, más por resignación y por saberme inferior unas veces, orgullosamente superior otras, corrompió, de alguna manera, esa percepción de mi identidad. Uno puede ser muchas cosas: un curriculum, un apellido, un lugar. Pero también es lo que refleja el resto. Y ese aislamiento, como digo, ha provocado, con el paso de los años, un confuso silencio en el espejo que tengo delante. Necesito que los otros pongan en palabras lo que deba ser entendido, pues mi percepción es pobre. Necesito que se me diga lo que me deba ser dicho. 

Mis historias siguen conmigo, mis amigos imaginarios, mis sueños y ansiedades. Y cuando he intentado acallarlos para andar algunos caminos de la vida como la pareja, el trabajo, las responsabilidades, las crisis y accidentes -no puedo olvidar que yo también soy un apellido, un curriculum y un lugar-, cuando he intentado acallarlos, digo, me ha supuesto un sobreesfuerzo que no percibo en el resto. Pero es porque yo estoy mal, no funciono como el resto, no soy una pieza ordenada, firme y fuerte del puzzle. No soy pulcra, precisa y perfecta. Soy esa pieza que se te queda ahí en medio, de un color indefinido y que no sabes muy bien dónde va, si es que no es de un puzzle distinto que se ha mezclado con este. Sigo siendo así, a la mitad de mi vida. Y sigo tan viva como el primer día, tan ignorante de lo que me rodea más por saberme débil e indigna que por arrogancia o superioridad. Soy así. Duele. Pero es lo que soy.

"Cuando te conocí pensé que eras tímida, no hablabas con nadie e ibas siempre sola. Luego me di cuenta de que en realidad es que vas a tu puta bola y te da igual", me dijo una vieja amiga, al final de la carrera, respecto de nuestro primer día de universidad.

Todavía, a día de hoy, me sorprende a niveles infinitos que alguien sepa mi nombre, que alguien me describa de alguna forma que no me había sido apercibida, que alguien me recuerde de alguna vieja vida, de alguna aventura.

No me importa. Me alegra. En realidad jamás quise dejar de ser la pieza indefinida del puzzle y me alegra saber que hay otros seres humanos ahí fuera que pueden percibir mi elección. Que encontraron un sitio en su puzzle para mi. Que entendieron que preferí ser débil a asumir un rol que no era el mío. Yo estaré ahí cuando se me necesite, no cuando se espere que esté. Es diferente. Para mi será más duro que para el resto, esos de comportamiento pulcro, preciso y perfecto, pero estaré de verdad.

Duele, pero es lo que soy. Aunque el espejo no me hable. Aunque los demás sigan esperando que me vuelva una pieza fuerte de palabra inmutable. Que algún día sea pulcra, precisa y perfecta. Prefiero mi espejo mudo, aunque duela.

Y a todo esto, yo venía aqúi hoy a hablar de otra cosa y mira por dónde voy.
Otro día será.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Jailai!