martes, 29 de abril de 2014

Silence will fall




Me voy diluyendo en las horas, en este silencio palpable solo roto por ruidos, enmascaradas melodías o unas pocas nanas de voz eterea y oscura. Poco o nada humano. Y lo que pudiera serlo, ajeno a mi. Nunca pensé que la integración resultara imposible para mi. Mi cerebro lucha por entender, mi corazón por recubrirse, mi alma, por encontrar cobijo. Y me encuentro perpleja ante este inesperado desarme.

Puedo entender el idioma. Y aunque antes era inmediato, palabras se asimilan, cerebro que se transforma, ahora sufre un proceso de traducción que resulta alarmantemente agotador. Mi cerebro sigue hablando en mi lengua vernácula cuando no debería ser así y esa diferencia de pensamiento me condena a ser diferente, merma mis facultades y por encima de todo, mi ejército de habilidades a la hora de batallar por mi propia causa. Y prefiero callar. Y no salir ahí fuera, donde cada ser humano es aunque parecido, completamente distinto en su mente, corazón y alma. Su peso no es el mío, sus motivos, gestos, sistemas de razonamiento, diferentes. Y callo. Y otro pedazo de mi menguada armadura cae. Ya perdí casi todas las barreras y voy perdiendo incluso años. Diluyéndome hasta que no quede prácticamente nada.

Me cuento ahora mismo, según mi lógica me dicta, entre los 6 y 8 años. Miedo, desconfianza, desconocimiento propio y ajeno. Terror. Inestabilidad emocional. Inseguridad. Impotencia. Y el silencio cae.

Hoy me ha cogido por sorpresa escuchar mi propio nombre. Víctima de mi propia disertación, el nombre que escogí para mi rol es ya más real que cualquier otro. Soy más virtual que real ya. Me reconozco por ese nombre que adopté hace casi 20 años ya, y es fuerte, tiene historia y hasta vivencias propias. Pero el mío, el que me dieron al nacer, el que es a la vez parte de esas otras versiones anteriores de mi, ya no me es familiar. Su sonido se pierde. Hoy lo he escuchado por primera vez desde hace probablemente casi un año y me ha sorprendido. No es solo la ausencia de personas con quién hablar. Va más allá. Se trata de identidad. Cada vez más dificil, cada vez menos facultades, cada vez menos yo. Lo que quiera que haya sido ese "yo".

La personalidad individual se va construyendo con recuerdos, vivencias, experiencia e influencias de otras personas a lo largo de los años. Sin esas influencias, las capas de la personalidad se secan, resquebrajan y finalmente se desprenden. No hay con qué protegerse, no hay con qué trabajar. Y a mi ya no me quedan piezas de armadura siquiera para poder utilizar en este proceso de escritura, tan necesario para mi cordura, tan intimamente ligado a mi, tan difuso ya de mi ideal que esto es ya solo un ejercicio de balbuceos que bien podría guardar en una caja y tirarla al Lagan pero que si lo hago aquí es simplemente por no arrojar más basura desordenada en mi disco duro.

Y el silencio cae. Mi nombre se pierde. Lo que he sido se deconstruye y mis recuerdos se acercan peligrosamente a la frontera y tierra de la imaginación y sé, porque lo sé, que acabaré por tener la certeza de que mis vivencias fueron y han sido siempre imaginaciones mías, el yo en los otros, solo un fantasma inventado. Y el silencio caerá finalmente.

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