Carlos no sabía exactamente el porqué de las felicitaciones pero lo cierto es que tampoco sabía cómo podían reconocer a la que fuera su abuela. La miraba como si fuera un puzzle de piezas perdidas. Desde que él la conocía, siempre le había dado miedo. Siempre llevaba la cabeza llena de rulos, la cara envuelta en potingues y las ropas sucias y remendadas. Y tampoco es que fuera la habitual abuelita dulce y generosa sino más bien lo contrario.
Su abuela había estado preparándose toda su vida para el momento de su muerte. A tal conclusión llegó Carlos desde la certera rotundidad de sus ocho años.
Su abuela había estado preparándose toda su vida para el momento de su muerte. A tal conclusión llegó Carlos desde la certera rotundidad de sus ocho años.
Los muertos son difíciles de reconocer, y eso al poco tiempo, después ni te explico...
ResponderEliminarBesos.
Cuando murió mi abuelita no la reconocía, y había un rotunda negación de mi parte, no podía y no acepto, que su semblante fuera tan así.. de muerto. Mi abuelita quizá muería con una sonrisa, pero aun no piodemos ver el alma
ResponderEliminarPues a mí me obligaron a besar a mi abuela muerta a esa edad y, como había sido un tanto tirana, estuve viendola asomar y recriminar mi comportamiento, colgada de un perchero en el que descansaba su gabán.
ResponderEliminarPesadillesco hasta la extenuación. Me costó años sacarla de allí
Bien bien... Veo que Jo sabe por donde iban los tiros... ;) Estoy desentrenada. Prometo esforzarme (y dormir) un poquito m´´as.
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