sábado, 1 de agosto de 2015

Os cuento que quiero contaros que nunca os conté...



Puede que no valga la pena escribir
tan lejos de la poesía
todas las palabras que te quiero decir
se me rompen enseguida.


No me quedan flores,
me arrancaron la raíz
se pisaron las semillas
me di cuenta tarde que te perdí
por pensar que te tenía.


Hace tanto tiempo de tantas cosas que ni me acuerdo de lo que tenía que recordar.
Tiempo para escribir, para poder parar a contarme los cuentos que me contaba para entender, cuentos como el de Madre Ballena, cuentos como el de la Blanca Dama, como el de Tokelau. Cuentos que dejé de contarme para no llorar más, para olvidar que olvido, para olvidar que dejo.

Os extraño. Echo de menos poder hablaros, poder tocaros, poder sufrírnos y reírnos. Un café, una cerveza, el almuerzo de las diez que se alarga hasta la hora de comer y ya para qué quieres más. El helado en la Valenciana, "las pataticas con ajo de los paíllas, Isa!", el runrún de los coches que conozco, el perfume de las personas que extraño. Cosas. Personas. Momentos. Los buenos. Los malos. Ser parte de ellos. Compartirlos. El de dónde vengo porque a dónde voy.

Porque lo dijo otro apátrida amigo, la última vez que lo vi, dos años atrás: "los que emigramos tenemos el reloj parado". El tiempo se detiene para ti mientras ves la vida de los que forman parte de ti seguir adelante sin ti. Estas, pero no estás. Te hacen partícipe, pero el momento en que tu ausencia se vuelve normal para ellos también llega. No es un reproche, es ser humano. Descartes (¿o era Newton?) decía que si pudiéramos percibir todo lo que nos rodea con el corazón y la mente, perderíamos la razón. Es de humanos pues, no ver para no dolernos.

Pero os extraño y quiero saber.
Quería contar lo que hago cada día, mis viajes en tren y la destreza que le voy cogiendo a conducir por la izquierda. Que aprendo cada día y era emocionante hasta que dejó de serlo, cuando entendí que ya no iba a avanzar más. Pero es un trabajo, en un sitio agradable y con gente agradable. Caótico, mal comunicado y peor organizado, como buena empresa familiar en tercera generación que se enorgullezca de serlo. Que estoy casi todo el día en cocina, en mi pequeño rincón y que a veces salgo a la cafetería y sirvo a los clientes. Pero evito tener que hacerlo porque se me da fatal y la ansiedad me sigue matando cada vez que alguien me dirige la palabra. Evito mirar a la gente a los ojos, evito conversaciones largas que no puedo mantener. Evito ser, estar o parecer.

Y es que a veces, últimamente más, tengo momentos de delirio. Como apenas hablo con nadie, nunca en ninguna parte, hablo mucho, pero hablo sola. Bueno, sola sola no. Gracias a él que aquí sigo. Y ser dos cuando no se es nadie es todo. Pero ya me entendéis. No hablo con nadie pero os hablo a vosotros. Os cuento cosas que no he podido contaros, cómo me va, qué haría yo en esa situación que me contasteis, qué abrazo no os daría por vuestro cumpleaños, que os quiero o que os odio o que os perdono o que lo siento mucho por todo lo que hice o dejé de hacer. Os hablo mucho. A todos. Desde Atlanta hasta Madrid. Desde Nantes a Barcelona. Desde Sevilla hasta Las Cañadas pasando por Cazalla. Tengo mucho tiempo para pensar y hablar sola cuando estoy en mitad de alguna tarea tediosa de las que van por kilos. Curro de mili. Kitchen Porter.

Pero el delirio no es por eso. Hablar solos nos mantiene cuerdos, que me lo dijo Luis Rojas Marcos, quien fue la primera y mejor entrevista que hice nunca. No. El delirio viene cuando me doy cuenta de que cuando os hablo de verdad, de viva letra o voz, a veces me confundo con mis apasionados discursos de soliloquio y os hablo mal, peor, a destiempo, sin orden, concierto ni partitura. Y lo noto. Y me disculpo. Porque lo noto pero no lo puedo evitar. O intento enmendarlo y me sale peor. Y yo con estos pelos.

Ansiedad y Depresión. Dos nombres para cosas que le pasan a uno en la cabeza que le afectan al resto del cuerpo, a la vida y a los que se quiere. Porque no quiero molestar, ni quiero ser como ese primo engorroso que viene por vacaciones y que en el fondo estas deseando que se vuelva tras dos días. Porque me importáis pero no sé cómo decíroslo y me dan taquicardias y no duermo en semanas solo de pensarlo y me aíslo en mi cabeza un poquito más porque ahí fuera hace frío y da miedo.
Porque esos dos nombres, Ansiedad y Depresión afectan a todas esas cosas y uno olvida como hablar, como escribir, como comunicarse. O más bien uno deja de hacerlo para que no duela tanto tantísimo lo que se pierde. Dos nombres para dos cosas bastante terribles que no dejan de ser cosas que le pasan a uno en la cabeza, como ser despistado o tener piojos. O pulgas.

Natillas y Salsica. Dos nombres en esencia bastante malignos y terribles también, por cierto.

Que solo sirva esto como disculpa por las veces que no he contestado, dicho lo que no debía u obrado mal. O por las cosas que me lleva tiempo contaros o los mensajes que os debo. Nada más. No es una queja ni un mal barrunto. Mejor hoy que ayer gracias a vosotros. Gracias a vosotros.
Seguimos andando, como cada día, aunque mi reloj esté parado y el vuestro no. Os quiero.

Otro día, volveré a la poesía.




Todos los minutos que no he estao contigo
ahora son demonios que viven conmigo
puedes encontrarme cerca del final
porque todo empieza cerca del final



jueves, 30 de octubre de 2014

Sueño de duelo




Anoche soñé contigo. Pero ya no estabas. Soñé que te recordaba en un sueño.

Soñé con aquella vieja casa en el campo, aquel puerto, el mar, los caminos pardos de tierra y espiga. Soñé que te recordaba porque ya no estabas.

Soñé con personas que nos conocían, personas a las que no conozco ya, ni nunca lo hice.
Soñé con colores y nostalgias, vientos de tarde y hojas marchitas.

Y soñé que paseaba por aquella tierra, la que fue nuestra sin que nadie se enterara, soñé con tus manos y tus labios. Soñé con nuestro secreto, compartido silencio.

Soñaba caminar, etérea, como se camina en los sueños, por encima de mis pasos, mientras recordaba en el sueño la noche en que dormimos en el ático de la vieja casa de tus padres. Sereno, sonriente, mientras la pálida luz de la noche te remarcaba el perfil y te convertía en la más hermosa de las criaturas a mis fascinados ojos. Siempre esa sensación, de no merecerte, de ser el más afortunado de los hombres por gozar de tu atención... aquella noche. Y ya no estabas.

Era un sueño de luto y pesar, de recordarte junto a los que te extrañaban pero ellos no sabían de mi y de ti, no sabían del nosotros. Yo charlaba, queda, menuda y con la sonrisa en pespunte. "Es una cría", decían a mi espalda, conociendo de sobra el doble filo de aquella daga. No me importaba. Ellos no sabían. Todos tenían parte de tu historia. Todos te recordaban con amor y camaradería. Pero ninguno supo nunca. Y en fingida comparsa y privado silencio junto a tus conocidos, yo callaba, oculta tras la rama, pequeña e insignificante. Porque nunca nadie supo, creo que ni siquiera yo llegué a saber lo mucho que pudiste amarme aquellas tardes de verano. Y mi corazón vagaba en mi sueño, desde mis recuerdos de ti hasta las ondas del mar, desde aquella casa hasta la cháchara y el homenaje.

Y así estaba yo, envuelta en mi privado duelo, cuando aparecieron tus padres.
Tu madre, silenciosa y conmovida, me abrazó a espaldas del mundo, y lloramos por ti, lloramos por nuestro corazón roto y por tu ausencia. Ni una sola palabra se prestó.
Y luego tu padre, con el rostro de otro tiempo, su pajarita roja, su cabello gris, sus temblorosas manos y el tono de tu misma voz, alzó la voz ante todos y sin mirar ni señalarme me dedicó unas palabras que no recuerdo bien, mi sueño estaba terminando, palabras de amor que nunca pudiste decirme, palabras de orgullo que nunca pude decirte.

Te fuiste y no te lo pude decir. Te fuiste y volviste anoche en sueños para poder decírmelo.
"Eres la más hermosa, especial y única. Estoy orgulloso de ti por ser como eres".
Y nadie supo allí que esas palabras eran tuyas, que eran para mi. Y la tarde caía, dorada y tranquila, mientras el mar me iba cubriendo despidiéndose de ti.

Y así, llorando y con el corazón descosido, desperté con la cara embebida en lágrimas de duelo por un adiós que no pude dar, por un abrazo que no pude sentir, por unas palabras que no podía saber que eran para mi.

Aquella casa, aquella tierra, aquel viento y aquel mar.
Soñé que soñaba.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

The Red Room



Last night I dreamed about you
in the red room
with the red walls
seated on the old red armchair
and you were talking to me
but I could not listen any word
I saw your wolfish eyes
that predatory look on me
whispering to me
and that's what I heard
the oncoming storm of your voice
the insurmountable truth of your soul 
but no words on your beautiful mouth
Last night I dreamed about you
and you're smiling
Last night I dreamed about you
and damn, you looked like thunder
Last night I dreamed about you
in the red room
with the red walls
seated on the old red armchair
and then, I knew.

viernes, 22 de agosto de 2014

El tiempo de las brevas



Yo tenía un profesor en la EGB al cual había que tenerle miedo. Era la gran bestia negra para los chavales de 12 años que andabamos por aquellos Sexto, Séptimo y Octavo del colegio de pedanía huertana.

Don José Rafaél, o "el peperrafa". Un señor mayor, de densa mata de pelo negro entrecano y piel oscura. Gitano. Porque lo era. Y profesor de Historia, quien la contaba como pocos y que aún recuerdo sus clases y su manera de contarnos las cosas del tipo "Felipe el Hermoso era tío más feo que pegarle a un padre pero el apodo de venía porque era un mariquita que se ahogó bebiendo agua en la fuente un día tras jugar un partido de tenis". Más o menos y así con todo.

También era el profesor de Artes Plásticas, y era el mejor. El hombre parecía tener un muy inquieto espíritu creativo y era un excelente pintor. Toda la cartelería de la época predigital se encargaba de hacerla él, pintando al "oleo sobre lienzo" donde quiera que pudiera. A día de hoy creo que sus carteles siguen colgados de las paredes del colegio.

Y no solo hacía eso, también era el diseñador y director del montaje del Belén del Colegio, el cual a día de hoy forma parte de no se cuantos listados de cultura, arte y conservación de la Región. Porque el hombre fabricó en su día las piezas más espectaculares con papel maché, marquetería y pintura. Daba gusto verle triscar sobre la enorme superficie del suelo beleníta, como un gigante, ordenando aquí y allá donde iría el palacio del César, cuándo había que sembrar la cebada para que estuviera crecida para la exposición y por dónde iría el circuito de agua del rio. Todo ello en tiempos donde nada de esas cosas se habían visto hasta el momento. Y los chavales nos desvivíamos por ayudarle, por perder clases trabajando para él, porque si. Porque fascinaba y nos trataba como ayudantes, no como a enanos inutiles o hadas delicadas. Se hacía de querer y si tenias suerte y te cogía cariño, tenías en él un gran aliado.

Mi sitio durante toda la EGB -y escuelas subsiguientes- siempre era junto a la puerta. Cosas mías, la última en llegar y la primera en irme. Y recuerdo todavía verle apoyado en el marco de la puerta, fumándose su bisonte o su vikingo mientras miraba por encima de hombro y me corregía, en voz baja, el exámen que nos acababa de poner. Por lo general venía con un sutil insulto del tipo "no me pongas eso, Isabel, que empezaré a pensar que eres tonta en vez de despistada". Pero me corregía, me decía qué poner y luego me aprobaba con nota. Porque si, era muy despistada, y dispersa. Pero no tonta, y el hombre lo sabía.

Pero todas esas cosas hacían de él un hombre muy curioso porque, como digo, había que temerle.
Y mucho.

No hablaba nunca, ni en clase ni fuera de ella, a no ser que fuera necesario y de hacerlo, eran rotos exabruptos con olor tabaco negro. Y te podía calzar un pescozón en el cogote o una patada en el culo si la estabas liando. Y no pasaba nada. Porque quien se las llevaba sabía que se las había ganado. Y no iba a casa con quejas ni denuncias. Se quedaba su patada en el culo y ya iba suave para toda la tarde. Y hasta aprendía algo. Como digo, eran otros tiempos.

Su tez oscura, su avanzada edad comparada con el resto del profesorado -alrededor de los 60 pero mis percepciones son tan vagas ahora como entonces y puede que fuera más joven o más anciano-, su voz quebrada y sus modales eran los propios de quien había que temer, huir y hasta evitar.

"Nene! Como abra la caja de las galletas verás!" - era fácil escucharle decir ante algun pobre chaval que estuviera dando la tabarra en clase.

"No me hagais desenterrar el hacha de guerra, zagales" - otra de sus míticas frases, llevada y traída por generaciones de chavales fascinados por su porte.

"Llegará el día en que el trueque vuelva a funcionar, zagales, porque el dinero es una cosa muy sucia, ya lo vereis" - decía él, 30 años ha. Qué poco se equivocó.

El era el colegio. Rara era la vez que no estaba en la sala de profesores, en el comedor, vigilando que los escolares comieran y se comportaran, al fondo del pasillo dando voces de orden. Estaba siempre allí, más que nadie, mejor que ningún otro. Y si no lo encontrabas dentro, buscabas en el jardín.

En un rincón del colegio había un espacio prohibido. Los chavales no podíamos entrar ahí y lo sabíamos. No había cartel ni valla ni nada. Pero nadie entraba allí bajo pena de castigo divino.
Era el huerto de Don José Rafaél. El hombre cuidaba en aquellos apenas cinco metros cuadrados algunos nispoleros, jinjoleros, tomateras y tenía hasta una higuera. Y algunas veces nos subía a clase algunas de las frutas que había dado su huerto y otras nos bajaba a que le ayudaramos a recoger los tomates. ¡Y pobre de aquel que se comiera o llevara algo sin pedir permiso! ¡¡Y ni hablar de quien rompía por accidente alguna rama!!

El hombre ya murió. Hace unos años, diez o así. Recuerdo compartir la noticia con tristeza entre quienes lo conocíamos. Porque era la bestia negra pero también el abuelo gruñon, y podías ver, si te fijabas bien, aquella malfingida desgana de tener que aguantar a un montón de crios energúmenos que, en el fondo, le gustaba tener alrededor.

"¡¡Qué ganas tengo de que llegue el tiempo de las brevas", decía cuando iba llegando el verano, "porque así os vais a casa y no tengo que veros más!!".



viernes, 1 de agosto de 2014

Hamlet en la cola del ambulatorio



Haciendo cola desde las 8 de esta mañana, una web muy amable me recuerda que hay 762 personas delante de mi para comprar tickets para ver Hamlet dentro de un año. Cuando empezó la cola estaba en el 964. Escucho la versión de William Shatner de Space Oddity mientras intento mantener la cordura repasando mis actos, repasando cada minuto de los últimos 9 meses. El casi año que viví en Internet. Un capuchino de sobre con dos de azucar, una de cacao puro y otra de café en una taza de iron man que iba a ser un regalo que no lo fue al final.

Ahora mi puesto es el 728.
Quién da la vez a quí?

Me aparté de todo lo que me definía como persona e individuo. Lo hice con la voluntad y la firmeza de quien se cree fuerte en sus pasos, sin mirar atrás ni pararme a pensar. Creyendo en lo que era cuando no podía saber qué aún no sabía lo que verdaderamente era.

Ground control to Major Tom.

Y tardé poco en darme cuenta de que sin mis libros, sin mi gente, sin mis amores secretos y privados no soy fuerte, no soy nada. Esas pequeñas cosas que pensé que eran superficiales y accesorias, casi algo del pasado, eran lo más importante de todo. Y las dejé atrás. Casi pierdo la vida. Casi pierdo la cabeza. Pero ese casi siempre me salva y es más fuerte que mi mente, corazón y vientre y me agarra a algo, disfrazado de musa o faro pero solo es un sujetapapeles de mi cordura de ojos bonitos. Joder, los segundos ojos más bonitos que existen en este mundo que los primeros los tengo conmigo.

659 por delante de mi. Shatner desafina. Qué tiempo para estar vivos.

A menudo me dejo llevar por el vertigo de las eras y siento una extraña nostalgia por los tiempos que no verán mis ojos, para bien y para mal. Me apena saber de personas que conozco que han muerto y no han visto las pequeñas cosas importantes que vendrán. Intento ver y observar y mirar y ser consciente de todo y darle la verdadera importancia a cada cosa sin perder la perspectiva de fugacidad. Mi cerebro funciona bien pero anda oxidado ultimamente. No podía asimilar más, tenía que parar y replegarse. Limpiar, fregar y abrir las ventanas para que entre el aire. El casi año, medio y un poco más, tres cuartos de año que llevo viviendo en el internet más profundo. Y en el fondo, muy abajo, me he encontrado, me he visto reflejada a través de los años y las palabras de otros como yo. La edad no da experiencia ni derechos ni obligaciones. Esas cosas las  coje cada uno conforme quiere, puede o debe. Nadie cambia, no hay un carné ni un interruptor. Esa es la respuesta a la vida, al universo y a todo. Eso y 42.

614. Can you hear me Major Tom?

Hago cola, watch your back, Cumberbatch is in town. No puedo mencionarlo, ni escribirlo, es algo como una heregía para mi. Como reconocer el foco de mi debilidad. Y no soy buena reconociéndome débil. El sujetapáginas de este año de vivir en Internet y mantener mi cordura ocupada mientras mi subconsciente ordenaba varios años de amontonar trastos sin orden, control ni etiquetas de colores. Es solo la excusa. Es mi mecanismo de salud mental. Yo soy Cumberbatch.

Can you hear me Major Tom?

Hago cola. Fetichista del momento y los recuerdos, como unica propiedad que a la postre puedo acaparar conmigo para siempre, tengo a mi alrededor pequeños objetos que me reconfortan y convertiré así en especiales: mi anillo de estrella, mi boli azul, mi taza de Iron Man, mi pulsera de Sami tribe color rojo como una indirecta muestra de amor, devoción y gratitud que nadie más que yo puede reconocer... y espero mi turno.

Shatner canta ahora Bohemian Rapsody.

Una excusa para mantenerte con vida, expectante, como un niño al que le han prometido una bici nueva al final del curso o un viaje a Disneylandia. Así soy yo. No soy un adulto normal. O lo que yo pensaba que era porque hay más como yo, afortunadamente.

Is this the real life or is this just fantasy?

Nunca seré "normal", he tenido suerte. Tengo suerte. Tendré suerte si los ojos más bonitos del mundo siguen conmigo hasta el final. Es lo que tengo, recuerdos, tickets, pisapapeles de cordura, los ojos más bonitos del mundo que miran por mi y me recuerdan porqué quiero seguir andando esta vida tan rara que me ha tocado vivir. Ser o no ser. No hay forma de saberlo, es lo que nos toca. Ojalá Ofelia no se hubiera tirado por la ventana y ojalá Laertes no fuera tan idiota. Pero es lo que hay. Igual, mi amor por Hamlet, el cual porto hace 20 años me estaba conduciendo a este preciso momento. Me gusta pensar ese tipo de cosas. Igual llevo en la cola del ambulatorio desde entonces y no me he dado cuenta hasta este mismo momento. Quizá esa sea la llave de mi salvación. O quizá solo es una bonita coincidencia, y todo es completamente aleatorio y fugaz. Tengo suerte. Soy Cumberbatch. Soy Hamlet. Soy mis libros y mi momento. Soy esos ojos y este momento. Miro una vez mi anillo de estrella, conmigo durante esos buenos 20 y tantos años. Y todo conduce hasta este mismo momento.

492 en la cola.

Qué buena y extraña época para estar vivos.

Nothing really matters.

327

Nothing really matters.

251

Nothing really matters to me...

viernes, 27 de junio de 2014

Hear me roar



Mis ojeras son tan oscuras y profundas que ya llegan hasta ti.
Tu aliento, el esquivo acento que me deja la penúltima calada de este cigarro.
Años pasarán y te seguiré odiando, apenas segundos tras la tormenta.
Y seguiré huyendo. Y seguirás ahí.
Maldito seas tu, y tu podrida alma de ojos verdes.

viernes, 13 de junio de 2014

Media Luna



me acunas en tu sombra
sin poder acercárteme
y me sonrío para mi
no te tocaré jamás
pero mi sentidos
no te sienten
te escucho
sin oírte
te toco
sin
ti

y

si
ahí
estas
te veo
te siento
el palpitar
tu dulce ser
me acomodas
y me recoges en
el hueco imposible
de tu etéreo corazón