Puede que no valga la pena escribir
tan lejos de la poesía
todas las palabras que te quiero decir
se me rompen enseguida.
No me quedan flores,
me arrancaron la raíz
se pisaron las semillas
me di cuenta tarde que te perdí
por pensar que te tenía.
Hace tanto tiempo de tantas cosas que ni me acuerdo de lo que tenía que recordar.
Tiempo para escribir, para poder parar a contarme los cuentos que me contaba para entender, cuentos como el de Madre Ballena, cuentos como el de la Blanca Dama, como el de Tokelau. Cuentos que dejé de contarme para no llorar más, para olvidar que olvido, para olvidar que dejo.
Os extraño. Echo de menos poder hablaros, poder tocaros, poder sufrírnos y reírnos. Un café, una cerveza, el almuerzo de las diez que se alarga hasta la hora de comer y ya para qué quieres más. El helado en la Valenciana, "las pataticas con ajo de los paíllas, Isa!", el runrún de los coches que conozco, el perfume de las personas que extraño. Cosas. Personas. Momentos. Los buenos. Los malos. Ser parte de ellos. Compartirlos. El de dónde vengo porque a dónde voy.
Porque lo dijo otro apátrida amigo, la última vez que lo vi, dos años atrás: "los que emigramos tenemos el reloj parado". El tiempo se detiene para ti mientras ves la vida de los que forman parte de ti seguir adelante sin ti. Estas, pero no estás. Te hacen partícipe, pero el momento en que tu ausencia se vuelve normal para ellos también llega. No es un reproche, es ser humano. Descartes (¿o era Newton?) decía que si pudiéramos percibir todo lo que nos rodea con el corazón y la mente, perderíamos la razón. Es de humanos pues, no ver para no dolernos.
Pero os extraño y quiero saber.
Quería contar lo que hago cada día, mis viajes en tren y la destreza que le voy cogiendo a conducir por la izquierda. Que aprendo cada día y era emocionante hasta que dejó de serlo, cuando entendí que ya no iba a avanzar más. Pero es un trabajo, en un sitio agradable y con gente agradable. Caótico, mal comunicado y peor organizado, como buena empresa familiar en tercera generación que se enorgullezca de serlo. Que estoy casi todo el día en cocina, en mi pequeño rincón y que a veces salgo a la cafetería y sirvo a los clientes. Pero evito tener que hacerlo porque se me da fatal y la ansiedad me sigue matando cada vez que alguien me dirige la palabra. Evito mirar a la gente a los ojos, evito conversaciones largas que no puedo mantener. Evito ser, estar o parecer.
Y es que a veces, últimamente más, tengo momentos de delirio. Como apenas hablo con nadie, nunca en ninguna parte, hablo mucho, pero hablo sola. Bueno, sola sola no. Gracias a él que aquí sigo. Y ser dos cuando no se es nadie es todo. Pero ya me entendéis. No hablo con nadie pero os hablo a vosotros. Os cuento cosas que no he podido contaros, cómo me va, qué haría yo en esa situación que me contasteis, qué abrazo no os daría por vuestro cumpleaños, que os quiero o que os odio o que os perdono o que lo siento mucho por todo lo que hice o dejé de hacer. Os hablo mucho. A todos. Desde Atlanta hasta Madrid. Desde Nantes a Barcelona. Desde Sevilla hasta Las Cañadas pasando por Cazalla. Tengo mucho tiempo para pensar y hablar sola cuando estoy en mitad de alguna tarea tediosa de las que van por kilos. Curro de mili. Kitchen Porter.
Pero el delirio no es por eso. Hablar solos nos mantiene cuerdos, que me lo dijo Luis Rojas Marcos, quien fue la primera y mejor entrevista que hice nunca. No. El delirio viene cuando me doy cuenta de que cuando os hablo de verdad, de viva letra o voz, a veces me confundo con mis apasionados discursos de soliloquio y os hablo mal, peor, a destiempo, sin orden, concierto ni partitura. Y lo noto. Y me disculpo. Porque lo noto pero no lo puedo evitar. O intento enmendarlo y me sale peor. Y yo con estos pelos.
Ansiedad y Depresión. Dos nombres para cosas que le pasan a uno en la cabeza que le afectan al resto del cuerpo, a la vida y a los que se quiere. Porque no quiero molestar, ni quiero ser como ese primo engorroso que viene por vacaciones y que en el fondo estas deseando que se vuelva tras dos días. Porque me importáis pero no sé cómo decíroslo y me dan taquicardias y no duermo en semanas solo de pensarlo y me aíslo en mi cabeza un poquito más porque ahí fuera hace frío y da miedo.
Porque esos dos nombres, Ansiedad y Depresión afectan a todas esas cosas y uno olvida como hablar, como escribir, como comunicarse. O más bien uno deja de hacerlo para que no duela tanto tantísimo lo que se pierde. Dos nombres para dos cosas bastante terribles que no dejan de ser cosas que le pasan a uno en la cabeza, como ser despistado o tener piojos. O pulgas.
Natillas y Salsica. Dos nombres en esencia bastante malignos y terribles también, por cierto.
Que solo sirva esto como disculpa por las veces que no he contestado, dicho lo que no debía u obrado mal. O por las cosas que me lleva tiempo contaros o los mensajes que os debo. Nada más. No es una queja ni un mal barrunto. Mejor hoy que ayer gracias a vosotros. Gracias a vosotros.
Seguimos andando, como cada día, aunque mi reloj esté parado y el vuestro no. Os quiero.
Otro día, volveré a la poesía.
Todos los minutos que no he estao contigo
ahora son demonios que viven conmigo
puedes encontrarme cerca del final
porque todo empieza cerca del final