Desesperando

-Hola cariño!

-Hola.

-Uy, qué cara traes, qué tal te ha ido hoy en el trabajo?

-Bien.

-¿Bien? Va, cuéntame, díme algo que hayas echo.

-Hoy? Hoy solo he desesperado.

Me he desesperado de forma súbita, durante mucho tiempo y a lo largo de todo el día. Hacía océanos de tiempo que no sentía semejante grado de agonía, inquietud, y si, desesperación.

Porque las horas se estiran y parece que sea hoy cuando me levanté esta mañana, y de eso hace tanto tiempo que el sol se ha vuelto a poner.

Desesperación, porque los minutos se me hacen años que se me enredan en el pelo y se me van cayendo entre las arrugas de mi rostro, que siempre han estado ahí, pero que ahora se parecen bastante a la distancia de ti hasta la Luna.

Porque estoy hablándote y parece que todavía estoy en esa mesa que no es la mía, bajo ese foco de luz mortecina, rodeada de minutos inútiles y destinos partidos, de insectos puñeteros que no saben que ya es infierno y si, desesperada. ¿He dicho infierno? Qué casualidad.

Si tuviera un poco más de paciencia tendría el buen gusto de explicártelo con buenas palabras, cuidadas y bonitas, tristes y reposadas.

Pero no, lo siento. Desesperación, agonía, inquietud, taquicardias, ganas de matar.

-Bueno, cariño, mañana te irá mejor.

-No. No lo creo.