jueves, 1 de octubre de 2009

Ambos a la vez.




A veces soy ella. A veces soy él. A veces ambos a la vez.

En un momento me recreo en una historia de Delirio y me anticipo a su final: yo ya sé porqué Alicia bebe ginebra. Y duele. Mucho. Porque me hago mayor y aunque haya apaciguado la anciana solitaria y alcohólica que llevo dentro, siempre tendré la terrible esperanza de pensar que ese fue y será siempre mi destino. De momento no. Mi credencial humano duerme tras de mi; hace media hora que dejó de llamarme.

Luego me encuentro con mi dulce Verónika después de muchos meses y me cuenta una de esas historias que sólo le pasan a una cuando las sueña, tras ver alguna película romanticoide y/o baja en calorías o tras padecer los efluvios de L'homme de algún italiano por derecho.
Leyendo un libro de ese palo -que yo le regalé bajo la excusa "para que te entretengas este verano te regalo un libro malo"- viajaba en tren en dirección a Madrid cuando frente a ella cae un joven atractivo y moreno que tiene en sus manos un tomo acerca del Caucaso. Corresponsal de Estambul, según parece. Cuatro horas y un rato en metro después, mi dulce Verónika ya posee su teléfono, su blog y una atrayente y firme invitación a visitar Estambul de la mano de este reportero.

Y yo me lo creo porque Verónika es de ese tipo de personas que les suceden tanto las cosas más terribles como las más emocionantes. Mi dulce Verónika me ha resuelto a llevar a la anciana borracha al centro de la tercera edad de mi inconsciente, donde se juntará con los ancianos de algunos de mis exs -amigos, amantes, familiares- dedicados todos ellos a la autodestrucción física y moral gracias a los transtornos de la personalidad.

Y luego me caigo por el hueco del ascensor de las fobias de mi estómago. Encuentro antiguas referencias que se meten en uno de mis ojos y ya no veo bien, Doctor, tendrá que volver a rajarme la cornea con su espada láser? Dígame que si, que empiezo a pensar que era mucho más feliz cuando era completamente infeliz. Ahora que tengo lo que siempre soñé parece que me falta algo.... Mística, me llamaban en el instituto. Y sólo era azul parte de mi pelo. Aún no se lo he perdonado. Razón de más para no contestarle el teléfono cuando me ha llamado, diez años después, el creador -ingenioso hidalgo él- del apodo.

Pero Jo me ha regalado un MEME -¿eso se come, reina mía? Que seguro que no merezco tal honor y que una es de campo y no sabe de esas cosas. Que por mucho master de periodismo digital que tenga, no atino a pegar la fotico del playmovil. Y la risa de Toro y su "premio" han sido de lo más gratificante en mucho tiempo. Y ahí ando. Alto y bajo. Sin saber qué decir. Ni qué queda de cuánto pensé siempre que podría haber habido.

Y nuevamente Delirio me lleva a abrazar a Morpheus, príncipe él, con otras líneas suyas. Y la transparencia del dolor me desgarra el sueño. Y duele. Y ya todo es resignación. Y vacío. Jódete. :


Leer es morir un poco. Llevo puesta esa mirada lastimera, como de perra abandonada. Ni te seduce, ni te conmueve. Siento que me perdí en algún momento de la canción. Pensaba en algún crimen de pensamiento, de esos en los que te incluyes en alguna masturbación colectiva solo para ver qué ocurre. Las canciones de cuando tenía catorce, quince, dieciseis ya no dicen lo mismo. You don´t care about us. Jugué al Final Fantasy VIII hace una década. Leí a Lovecraft, a Asimov, a Baudelaire. Compré comics de mutantes. Compulsivamente. Suena My sweet prince y en mi cabeza aparece la Patrulla X al completo. La de Pacheco, la de Madureira. Una jodida canción que no pedía nada, a nadie; solo preguntaba "para qué", pero tampoco te exigía una respuesta. Podías quedarte en calcetines, en bragas, frente a la ventana. Como quien oye llover y se moja ¿A dónde fueron todas esas pelirrojas que solo eran felices cuando se empapaban? Llevo puesta la lógica consumista que me cobijaba entonces y que apenas me abriga ahora. Poseo y lloro. No siento que sea pequeña, tampoco delirio. Leer es morir un poco, chica estúpida. Y tú te haces mayor. Jódete.


Me voy a dormir. Mi gato rayado se da la vuelta y refunfuña. Mi vida entera tras sus ojos cerrados. A veces soy ella. A veces soy él. Siempre seré ambos a la vez.

3 comentarios:

  1. Ay, mi niña, ¡cuánto me suena todo lo que cuentas!

    Cuando una siente que vive la vida en un eterno carrousel emocional. De la euforia a la pesadumbre, de la risa al llanto, de Guatebuena a Guatemala, y así hasta cientos.

    Y una se siente bien pero nunca completamente satisfecha, porque cuando consigues que todo funcione, acostumbrada como estás al vaivén, te preguntas, ¿ Dónde está el gato encerrao? No puede ser. Y entonces llegas a la conclusión de que el vaivén es lo que te pone, y hasta te asalta el punto masoca llegando a pensar que eras más feliz cuando eras infeliz.¡ Hay que joderse!

    Y encima, en un momento de flojera y soledad te llama tu amiga del alma confesando que ha vivido la historia que tantas veces tú habías soñado, no ella, pero es ella a quien le ha tocado vivirla. ( me encantan las historias de tren, cuando uno viaja en tren y está receptivo pasan muchas cosas).

    Pues eso, que no te rayes, que le dejes esa afición al gato, que disfrutes de tus logros y que cuando uno no espera nada se encuentra todo a la vuelta de la esquina.

    El playmobil se corta y pega. Yo me manejo bien con cámaras pero soy un tocho con el ordenador y el html y toda esa gaita, pero si pinchas encima del muñequito con el botón derecho del ratón y le dices que te lo guarde en el escritorio o donde te rote, después sólo tienes que recuperarlo y pegarlo en el blog.

    Ala, a disfrutarlo y a repetir el mantra: Porque yo lo valgo, porque yo lo valgo, ozu.

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  2. Ay, reina mora... c´´uanta (keyboard shit!) razon tienes!!
    Pero no, ya no soy asin!! Nunca mais!!
    Gracias por la simbiosis, en serio. Y lo del corta y pega... me pase toda la carrera haciendolo... Intentare otra cosa...

    Graciarl mil!

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Jailai!