lunes, 14 de septiembre de 2009

Mi Señor Merlin




El señor Merlín, según se sabe por las historias, era hijo de soltera y de ajena nación, y vino heredado para Miranda por una tía segunda por parte de madre; pero hacía de esto tanto tiempo que nadie recordaba bien el suceso. Solamente una vieja de Quintas hacía algo de memoria de que siendo niña la llevaron al entierro de una señora de Miranda, y detrás del cura de Reigosa, que cantaba muy bien, iba don Merlín vestido de negro, con una gran bufanda colorada, y ya entonces tenía mi amo la barba blanca. También hacía memoria la vieja de que iba en el entierro el conde de Belvís con una gorra de plumas y su enano de portacolas, y que vinieran plañideras de Lugo a hacer el llanto, y las más mozas iban descalzas de pie y pierna. Por don Merlín no pasaban años, y de esto se quejaba como de un maleficio, pero pocas veces, que el ser de él era aparentar muy franco y abierto, contento del mundo y hablador, y sonreía muy fácil; le ayudaban a ser franco los ojos claros, y aquella su frente levantada y señora, y hasta aquel gesto que tenía de acariciarla con la mano derecha cuando te hablaba. Era de pocas carnes, pero muy puesto en sus anchos y gentil, y muy andador. Pero ahora no iba a retratar al señor Merlín, sino a hacer la nómina de su casa, cuando yo vivía en Miranda, puesto de mozo de media mesa y estribo, por once pesos al año y mantenido, las zuecas que gastase y los remontados de chaqueta y calzón, amén de cuatro pares de medias por año nuevo, dos blancos y dos negros.

Alvaro Cunqueiro, Merlín y familia.


Porque andaba olvidado en un cajón, desde hace años, tantos como de aquel manido Libro de Merlín, de T.H. White -que en nada se parece, por cierto, al hermoso poema de Cunqueiro-. Y ha revivido no por casualidad, ni mucho menos, sino por haber sido despertado de su hechizo de raices gracias a este aire secular, propio de mis rías de niebla y morriña que en Pontevedra lo envuelven todo y que se dejan llevar, millas al sur, hasta este lugar.

1 comentario:

  1. Que ganas me han entrado de seguir leyendo a Cunqueiro.

    (A tí también eh)

    Besos.

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Jailai!